Preceptos del Club Privado 34 1. “Nuestra mayor gloria no está en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos”. 2. “Escucho y olvido. Veo y recuerdo. Hago y entiendo”. 3. “Aquel que procura asegurar el bienestar ajeno, ya tiene asegurado el propio”. 4. “Los vicios vienen como los pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos”. 5. “La ignorancia es la noche de la mente, pero una noche sin luna ni estrellas”.
martes, 18 de octubre de 2016
TIERRA DEL ESPUMANTE EN TREVISO, (ITALIA).
Tierra de espumante.
Treviso, donde se produce el Prosecco, un lugar ideal para seducir a los paladares.
En vez de tomar lo que tal vez es el camino más directo (esto quiere decir Bologna-Ferrara-Padua-Venecia), decidimos dar una pequeña vuelta por el Véneto y tomar la carretera que va vía Modena-Capri-Mantua-Verona, y de ahí a Venecia.
Pero henos aquí que a último momento decidimos desviarnos un poquito más y hacer nuestra entrada a la ciudad de los canales atravesando Treviso.
La verdad es que hasta ese momento todo había salido de maravillas y la curiosidad se había apoderado de mí. Muchas cosas me habían contado de esta provincia homónima, cuna del Prosecco, y a ciencia cierta me sobraban una buenas horas.
Debo decir que Treviso es un gran interludio entre Verona y Venecia. Situada en la confluencia de los ríos Botteniga y Sile, está dotada de infinidad de iglesias, importantes palacios y lindísimos canales.
Es una ciudad ideal para caminarla tranquilamente, descubrir las más de treinta simpáticas fuentes repartidas por todo el casco urbano y admirar las diferentes torres que sobresalen de las medianas construcciones romanas y renacentistas.
A esto me dediqué enteramente durante un buen par de horas, dando vueltas, estableciendo rápidas conversaciones con los locales y sacando, primero con mi retina, las fotos de costumbre para tener recuerdos impresos.
Una de las cosas que más me comentaban los trevisanos al ser cuestionados por mi curiosidad tenía que ver con Il Cibo ( léase "Il Chibo", alimento o comida), y me aseguraban que en cualquier lugar donde decidiera comer lo haría increíblemente, que lo único que tenía que hacer era seguir mi instinto y elegir el sitio que más me llamara la atención.
Así, caminé por la calle Vicolo Broli y me detuve frente al numero 2. Osteria dai Naneti, rezaba el cartel de la entrada y su vitrina mostraba alguno de los productos mas típicos de la región: todo tipo de charcutería, chacinados y quesos.
Me asomé por la ventana y vi los estantes llenos de gran cantidad de botellas que representaban lo mejor de las uvas locales con el espumante Prosecco como estrella, amén de la cantidad de más productos típicos que colgaban del techo y los viejos carteles de tiempos pasados que engalanaban sus muros.
Esta es la mía, me dije, y entré. Un coro de voces me recibió con un fuerte buongiorno, y el mundo de los sabores se abrió ante mis ojos.
Detrás de una pequeña barra, dos jóvenes y risueños italianos hablaban con sus clientes mientras preparaban algunas de las delicatessen que seguramente iban a ser consumidas con fruición.
Tengo que confesarles que estaba listo y dispuesto para disfrutar de algún elevado ejemplo de la cucina italiana, de probar las mieles de un importante vino de renombre y así continuar mi viaje como un verdadero dandy.
Afortunadamente, uno de los encargados del lugar tuvo la inteligencia y picardía de venderme uno de los panini -o sándwiches- más ricos que he probado en mi vida y uno de los más simples.
Tan simple como una pequeña baguete abierta al medio rellena de sgombro (caballa) y tomates picados.
La combinación del crocante pan embebido en el aceite de la caballa y los tomates picados con un poco de cebolla y ajo, la copa de fresco Prosecco y el ambiente o la onda del lugar sigue siendo hoy un grato recuerdo que he prometido repetir.
Nota de Iván de Pineda. LA NACION.
Procesado por Jorge Luis Icardi.
18 de octubre de 2016.
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