martes, 28 de agosto de 2018

Aquellos viejos hoteles de Mar del Plata

El libro se llama "Arquitecturas ausentes", obras notables demolidas en la ciudad, y apunta a crear conciencia sobre los valores de un patrimonio irremediablemente perdido. Sus autores son Ramón Gutiérrez, Patricia Méndez y Felicidad Paris Benito, y en la presentación se con signa que a diferencia de lo sucedido en otras partes del planeta, las pérdidas de Buenos Aires y de Mar del Plata "no son fruto de grandes catástrofes naturales, ni de dramáticas consecuencias bélicas son simplemente, como diría Gaya Nuño, "la destrucción pacífica del patrimonio", donde el motor causal fue la ambición de la alta rentabilidad y la ausencia de otros valores culturales y sociales el medio propicio. Uno de los capìtulos del libro aborda la historia de algunos hoteles de Mar del Plata. Hotel Bristol En la esquina de la calle principal San Martín y el Paseo General Paz, se levantó el hotel más importante de la época: el hotel Bristol, fudnado en 1888. Los arquitectos Roberto J. Harrison Lomax y Guillermo Harper en 1909, se hicieron cargo del diseño del edificio de los comedores. El gran Bristol contaba con varios edificios en torno a la plaza Mezquita y frente a la rambla francesa, comedores, dormitorios, residencias de alquiler, salones que asumían gran parte de la vida social del pueblo. Llegó a ocupar dos manzanas y media, con túneles subterráneos que los comunicaban. Hotel Torreón Se hallaba en el extremo sur de la bahía playa de Pescadores. Debe su nombre a la existencia de una torre cercana de agua. Su propietario Juan Brunellieri, promocionaba sus terrazas y comedoresm además de piletas frente al mar. Hotel Playa Chica Estuvo ubicado sobre la explanada de la actual playa Varese desde la primer década del siglo XX. Sus propietarios fueron Beltranne y Franciolini. Todos estos hoteles, considerados de menor jerarquía, resultaban interesantes por sus terrazas y balcones hacia las playas. Fue demolido en forma conjunta con el paseo Galíndez en la década de 1970. Hotel Bella Vista Se hallaba en el Paseo Jesús de Galíndez, en plaza Varese. Fue construido por Bautista Fernández Robla en 1922. Ofrecía terrazas y galerías frente al mar y su diseño como puente sobre la avenida inferior. Fue durante muchos años motivo de disfrute. Fue demolido junto con todo el paseo Jesús de Galíndez en la década de 1970. Hotel Ameztoy Situado en la explanada y calle Almirante Brown, era propiedad de Manuel Ameztoy, y su diseño, mucho más limpio y sin decoración que el resto de los ejemplos. Hotel Centenario El Hotel Centenario, de Luis Varese, se encontraba ubicado en "el lugar más pintoresco de Mar del Plata". Construido a principios de la década de 1930, parece encabezar aquí todo el desarrollo del Paseo Jesús de Galíndez. Estaba ubicado sobre Punta Piedras y el Cabo Corrientes. Culminó en sus funciones en la década de 1970, cuando era sede de actividades de la universidad local. Apostillas del Licenciado JLI. Fuente:Libro, “Arquitecturas ausentes” ; deRamón Gutiérrez, Patricia Méndez y Felicidad Baris Benito. 6 de febrero de 2016.

martes, 14 de agosto de 2018

Cómo identificar los tipos de bastones según la discapacidad visual y auditiva

Se trata del bastón blanco, para personas ciegas; el bastón verde, usado por personas con baja visión; y los bastones rojo y blanco, utilizados por personas con sordoceguera.

El Ministerio de Salud provincial, a través de la Subsecretaría de inclusión para Personas con Discapacidad en una iniciativa en conjunto con la Asociación de Padres de Personas con Sordoceguera y/o Discapacidad Múltiple de Argentina, informó sobre la importancia de identificar los distintos bastones que utilizan las personas para movilizarse según la discapacidad visual y auditiva que poseen.
Para las personas con discapacidad visual, el bastón es la principal herramienta de movilidad, ya que les permite manejarse de manera independiente y desarrollar ciertas acciones de manera autónoma. Si bien es importante contar con cierta independencia en determinadas circunstancias, resulta imprescindible saber qué tipo de diversidad funcional poseen las personas que utilizan estos bastones para poder asistirlos en caso de que sea necesario.

Actualmente y a nivel internacional, existe el bastón blanco, utilizado por personas ciegas sin ningún resto de visión; también se encuentra el bastón verde, que es usado por personas con baja visión; y el bastón rojo y blanco, utilizado por personas con sordoceguera, es decir, personas que no ven ni oyen.

QUÉ ES LA SORDOCEGUERA
La sordoceguera es una discapacidad que implica la pérdida de la visión y audición, suficientemente severas como para afectar la comunicación, la movilidad y el acceso a la información y el entorno.
Para contrarrestar este efecto hace falta la intervención de un profesional específico; es decir, un acompañante terapéutico con una formación específica en sordoceguera y sus formas de comunicación, quien debe trabajar en forma colaborativa con la familia de la persona y un equipo multidisciplinario formado por docentes, psicólogos, trabajadores sociales, fonoaudiólogos.
Asimismo, es de gran importancia efectuar un diagnóstico temprano, para que pueda ser acompañado por un programa educativo adecuado.
ADVERTENCIA ANTE UNA PERSONA CON SORDOCEGUERA
Es necesario saber cómo se debe actuar frente a una persona con sordoceguera y qué se debe tener en cuenta a la hora de interactuar con ellas:
En un primer momento se le debe dar a conocer la presencia de otra persona, tocándola suavemente en el hombro o en el brazo y si está concentrada en la realización de alguna tarea, se debe esperar hasta que pueda atenderla para no causarle susto o sorpresa, es necesario anticipar todo y decirle el nombre.
Además, se le debe hablar despacio, mirarla a la cara, aunque no pueda responder, y sobre todo tener paciencia al conocerla, porque debido a las dificultades en la comunicación esto puede ser algo lento ya que a veces puede estar aprendiendo a hacerlo.
En caso de que utilice audífonos se debe dirigir de manera clara y directa, vocalizando bien, evitando los lugares ruidosos para desarrollar una conversación (es probable que escuche más de un oído que de otro, en este caso es necesario ubicarse del lado que escucha).
También, si conserva resto visual, es necesario ubicarse donde se pueda ver, un lugar bien iluminado hará más eficaz la comunicación, quizás pueda entender a través de la labiolectura o la lengua de señas.
Si la persona sabe leer es importante escribir en un papel blanco con letras grandes, frases sencillas y en tinta negra para que el contraste sea mayor y si no lee ni sabe lengua de señas se le debe mostrar los objetos.
Al caminar, la forma correcta de guiarla es dejar que tome el brazo por el codo o el hombro de la persona que lo acompaña, pero nunca llevarla delante. Es necesario trasmitirle lo que sucede alrededor, permitirle tocar, indicarle las escaleras, cordones y pozos en el suelo.
Finalmente, el acompañante debe despedirse cuando se tiene que retirar, ya que las personas con estos tipos de discapacidad, no tienen otra forma de saber de la presencia o ausencia y si la ausencia es por un momento, es preciso avisarle y dejarlo en un lugar cómodo y seguro.

Fuente: https://www.unosantafe.com.ar/

jueves, 9 de agosto de 2018

EL FUSHIMI INARI-TAISHA. JAPÓN.

El Fushimi Inari-taisha. Temprano por la mañana, el sol comienza lentamente a levantar un poco la fresca temperatura de la jornada. Si bien no hace frío, siento una especie de escalofrío y trato de salir de mi asombro. Si alguien me hubiese dicho que durante mi descanso nocturno, como por arte de magia, utilicé en mis sueños la maquina del tiempo, al mejor estilo de la famosa novela del escritor británico H. G. Wells (publicada en 1895), lo podría haber creído con facilidad. Siento que vestido como estoy desencajo con todo lo que me rodea, como si perteneciera a otra época. Tan difícil ciertamente es escaparle a nuestro tiempo y espacio que aquí parado, en una esquina del barrio de Gion, me siento transportado a una escena de alguna película del genial Akira Kurosawa, aquel que se consagró en el séptimo arte con joyas como Los sueños, Trono de sangre o El infierno de odio. Y me pregunto si en algún momento Toshiro Mifune aparecerá vestido de samurái… El silencio que experimento es increíblemente mágico. Si bien el horario comercial ya comienza a mostrar su trajín, todo parece realizarse con calma, sosiego y sin grandes estridencias. La vista y perspectiva que tengo es única: las bajas casas, de perfecta madera, con sus persianas todavía cerradas y sus techos de colores oscuros, se contrastan con alguna casa de té de colores mas vivos y techos más ornamentales. Decido caminar y seguir viviendo este "sueño". Matsubara-dori, la escarpada calle que me sirve de parapeto, sigue despertándose, y trato de adivinar lo que dicen los minimalistas y elegantes carteles que seguramente promocionan la oferta de cada una de las casas. Todas y cada una de estas, siguiendo el más tradicional de los estilos, ofrecen algo que ha pasado de generación a generación por siglos. Esto es lo que se obtiene cuando uno visita Kyoto, la antigua y célebre capital de Japón en el oeste (lo fue entre los años 794 y 1868, cuando el emperado Meiji Tenno decidió trasladar la corte imperial a Tokio). Y ni hablar si me acompañan ahora en mi caminata y nos encontramos como por arte de magia. Aquí, en este lugar único, las líneas del tiempo y el espacio referidos anteriormente se borran fácilmente. En un pequeño puente sobre el río Shirakawa, nos apoyamos sobre la baranda y observamos cómo los majestuosos cerezos comienzan a florecer, regalándonos una inmaculada imagen de perfección, con el pequeño curso de agua trayéndonos el rumor del agua y ancianos faroles de estridente color rojo haciendo las veces de centinelas. Desde allí no hay más que seguir caminando rumbo al sur por Yamato-dori, atravesando parte de la ciudad rumbo a mi destino final del día. Pero antes pararemos cuando lleguemos a un tercio de nuestro camino en Kashundo para probar los riquísimos wagashi, unos dulces japoneses, y sorprendernos por la delicadeza de su confección. Ya liberadas las endorfinas necesarias, seguiremos a pie. Son unos buenos kilómetros, hasta alcanzar nuestro destino: Fushimi Inari-taisha. Este icónico e importante santuario sintoísta tiene una riquísima historia de cientos y cientos de años, y está ubicado en la base de una montaña llamada inari, nombre de la diosa del arroz y patrona de los negocios. Sus altares y pequeños santuarios son de ensueño y me han acompañado hasta aquí para conocer una de las características más importantes de este lugar: las famosas torii, las puertas… Miles y miles de estas puertas, donadas por individuos, por familias y por compañías a lo largo de muchas vidas, pintadas de rojo y negro, serán nuestra entrada al rico mundo espiritual japonés. El Fushimi Inari-Taisha. 伏見Es el principal santuario sintoísta (jinja, 神社) dedicado al espíritu de Inari, y situado en Fushimi-ku, uno de los distritos de Kioto (Japón). El santuario se encuentra situado en la base de una montaña también conocida como "Inari", que incluye varios senderos para llegar a otros santuarios más pequeños. Desde las épocas más antiguas de Japón, Inari era vista como patrona de los negocios (en tanto que cada Torii existente en el santuario ha sido donado por algún hombre de negocios japonés) aunque Inari en primer lugar fuera diosa del arroz. Los comerciantes y artesanos ofrecían culto a Inari a cambio de obtener riqueza en sus negocios, por lo que donaban numerosos torii que actualmente forman parte de la vista panorámica del templo. De este famoso templo se dice que posee más de 32.000 pequeños torii, llamados santuarios. Es especialmente conocido por los miles de toriis rojos que delimitan el camino por la colina en la cual se encuentra situada el santuario. Los torii son donaciones de particulares, familias o compañías. Al espíritu de Inari se le considera como protector de las cosechas, especialmente de arroz, y en consecuencia históricamente ha sido asociado con la riqueza. Las compañías a menudo hacen ofrendas a los santuarios de Inari en forma de barriles de sake o de torii. Se le considera uno de los lugares más bellos de Kioto, y uno de los símbolos de Japón. Desde su fundación en el 711, el santuario se convirtió en objeto del patrocinio imperial durante el comienzo del Periodo Heian. En el 965, el Emperador Murakami ordenó que los mensajeros imperiales (heihaku) fueran enviados para informar de todos los eventos importantes al guardián Kami del Japón. Estos heihaku fueron enviados inicialmente a un total de 16 santuarios, entre los que también se encontraba el Santuario a Inari. Entre 1871 y 1946 el Fushimi Inari fue incluido oficialmente dentro del Kanpei-taisha (官幣大社?), lo que significaba que quedaba bajo apoyo del gobierno nipón. En el año 2005, apareció en la película estadounidense Memorias de una geisha. Las primeras estructuras fueron construidas hacia el 711 en la colina Inariyama del sudoeste de Kioto, pero el santuario sería reubicado en el 816 a petición del monje Kūkai. La principal estructura del santuario fue construida en 1499. Un santuario dentro del complejo del Fushimi Inari. En la base de la colina se encuentra el santuario Go Honden (御本殿) y la puerta de Sakura o Sakura-mon (桜門). Tras recorrer los caminos de senderismo flanqueados por toriis, se puede parar en los varios puestos de comida que ofrecen Kitsune udon, un popular plato de fideos que toma su nombre de los zorros (kitsune), que son los mensajeros de Inari. La estatuas de zorros a menudo se encuentran representadas en los santuarios de Inari con una llave (para el granero que conserva el arroz) en sus bocas. En lo alto de la colina está el santuario principal; A diferencia de la mayoría de santuarios shinto, y al igual que otros santuarios dedicados a Inari, es posible ver de forma abierta el ídolo contenido en el santuario (un espejo). Aparte de los más famosos senderos alineados por torii, en la parte opuesta existen otros senderos que discurren a través de un bosque de bambú y que ofrece una experiencia bastante diferente de la ruta principal. La manera más sencilla de llegar a Fushimi Inari es por medio del tren. La estación de Inari de JR (a cinco minutos de la estación de Kioto vía la línea Nara) se encuentra al otro lado de la calle frente la puerta de Sakuramon. La segunda estación más cercana es Keihan Fushimi Inari. Para alcanzar la cima a travez de varios senderos se cuenta con mas de 1.200 escalones que asciendes rodeado de columnas. Informe de Jorge Luis Icardi. Fuente: Iván de Pineda. LA NACIÓN.