viernes, 31 de marzo de 2017

EPOC, EL VERDUGO DE LOS FUMADORES

La enfermedad pulmonar obstructiva crónica tiene casi un solo causante: el tabaquismo; médicos expertos señalan la importancia de detectarla a tiempo, ya que no tiene cura.
 Por Víctor Ingrassia. LA NACION.

 Después de fumar muchos años, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, conocida por su acrónimo EPOC, suele aparecer como un verdugo que busca su víctima durante largo tiempo. Al principio se siente falta de aire, silbidos, un poco de tos y flema, que muchas personas atribuyen a otros factores como la edad.
 Pero la persona no suele asociar estos síntomas directamente con el cigarrillo. Y cuando lo hace, ya es tarde. Según estadísticas nacionales, 8 de cada 10 personas que la padecen no lo saben.
La EPOC, que no tiene cura médica y es la tercera causa de muerte a nivel mundial, se cobra tres millones de vidas por año en el mundo y más de 5500 en la Argentina.

 ¿Qué significa EPOC?
Enfermedad significa que puede afectar seriamente la calidad de vida de quienes la sufren, incluso
 comprometer su vida.
Pulmonar hace referencia a que el aparato respiratorio es el órgano más afectado.
Obstructiva: significa que se cierran las vías respiratorias y
Crónica que no va a desaparecer, que es una afección para toda la vida.
 "La EPOC suele manifestarse en personas mayores de 40 años que hayan estado expuestos a factores de riesgo, de los cuales el más importante es el tabaquismo.
Es una enfermedad progresiva y muy discapacitante. A medida que progresa, quienes la padecen pueden sentirse agotados con subir un tramo de escalera, pasear el perro o simplemente vestirse por la mañana", explicó a LA NACION Jorge Cáneva, Jefe de la División Neumonología del Hospital Universitario Fundación Favaloro.

 "La mejor prevención es no fumar o dejar de hacerlo. Nunca es tarde. Dejar de fumar trae beneficios a corto, mediano y largo plazo, y permite mantener un entorno más saludable para los que están alrededor", completó Cáneva.

 No poder vestirse
 "Comencé a fumar desde muy chico en los años 80 y en ese entonces nadie te decía los peligros del cigarrillo y las consecuencias que tiene para tu salud a futuro. Hoy, con 52 años no puedo trabajar
 porque la EPOC me impide respirar en forma normal y tengo movimientos limitados", explicó con crudeza Norberto Alhueque, un ex empleado de una fábrica de muebles de oficina de Lanús que sufre esta enfermedad respiratoria crónica.
 "Al principio me agitaba de más y pensaba que debía fumar menos. Pero reincidía y volvía a fumar unos 15 cigarrillos por día. Cuando la EPOC ya está en una etapa más avanzada, la dificultad para
 realizar las tareas simples de todos los días como vestirme, subir escaleras o cargar bolsas del supermercado, es total", agregó Norberto, explicando los síntomas de la EPOC que afecta a personas con una larga historia de tabaquismo, caracterizados por una tos permanente, expectoración y dificultad para respirar.

 El doctor Eduardo Giugno, director del Hospital Cetrángolo de Vicente López, nosocomio que brinda atención especializada, en medicina respiratoria, afirmó que la EPOC tiene un impacto físico y
 emocional sobre quienes sufren esta enfermedad. "A medida que la EPOC progresa, disminuye la función pulmonar y la actividad física se nota seriamente limitada, lo que dificulta la capacidad de los
 pacientes de llevar una vida plena, interfiriendo con las tareas diarias y con su participación en las rutinas familiares. Esto puede producir en las personas sensación de miedo, ansiedad, frustración,
 aislamiento y depresión", precisó Giugno.

 La causa predominante de la EPOC es el consumo de cigarrillos
 El experto indicó que la causa predominante es el consumo de cigarrillos, lo que representa entre un 80 a 90 por ciento de probabilidades de contraer este padecimiento. La contaminación,
 incluida la producida por el uso de la madera y el carbón, la quema de estufas y calentadores, y la exposición a una gran variedad de agentes contaminantes, representan un riesgo de contraer EPOC.
 "Se trata de una enfermedad prevenible y tratable. Sus síntomas se suelen confundir con los del envejecimiento natural. Es por ello que la mayoría de los pacientes están subdiagnosticados en la Argentina y en el mundo; si estos pacientes se pudieran identificar en etapas tempranas, las intervenciones tales como dejar de fumar y otras terapias farmacológicas podrían alterar el pronóstico de la enfermedad, reduciendo los riesgos de hospitalización y llevando a una mejor calidad de vida relacionada con la salud.
El tratamiento de la EPOC debe ser más temprano que tarde e incluye la rehabilitación y el ejercicio físico que tienen impacto clínico muy significativo y pueden cambiar la historia natural de la
 enfermedad", indicó el especialista.

 Detección temprana
 "Casi el 80% de las personas que sufren la EPOC no lo saben.
 Detectarla en forma temprana permite recibir el tratamiento oportuno y modificar la calidad de vida de quien la padece, evitando futuras complicaciones. Todas las personas de 40 años o más que fumen o hayan fumado deben hacerse una espirometría para saber si la padecen. Un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado pueden cambiar la vida de una persona con EPOC", precisó la doctora
 Cristina Borrajo presidente de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria.
 La espirometría es un método rápido, simple y no invasivo para comprobar la función pulmonar. Se realiza con un espirómetro, que mide la cantidad y la velocidad del aire que pueden inhalar y exhalar los pulmones. Ayuda a evaluar el asma, y la EPOC. Se utiliza para diagnosticar y realizar el seguimiento de pacientes con enfermedades pulmonares.
 Si bien en nuestro país no existe aún una cifra exacta de su prevalencia -con la finalidad de conocerlas exactamente la AAMR está realizando en estos momentos el estudio EPOC AR- el promedio de estudios en diferentes países de Latinoamérica nos dice que un 13,6 por ciento de la población mayor de 40 años tendría esta enfermedad.
 La EPOC es la tercera causa de muerte global por enfermedades no transmisibles. Actualmente es la tercera causa de muerte global por enfermedades no transmisibles luego de las enfermedades por trastornos vasculares cardíacos y cerebrales. En la Argentina tiene una mortalidad informada de alrededor de 18/1000, según cifras publicadas en el año en curso", explicó Borrajo.
 Carina Calabrese, coordinadora del Programa Nacional de Control de Enfermedades Respiratorias Crónicas, comentó que "es prioritario para la salud pública nacional valorar la prevalencia de esta enfermedad para intentar prevenirla, diagnosticarla precozmente y tratarla adecuadamente", y resaltó que "la EPOC no tiene cura, la cesación tabáquica es una medida de prevención clave ya que el humo de tabaco es la primera causa de esta enfermedad tanto en fumadores como en las personas de su entorno".
 Los datos de la tercera Encuesta Nacional de Factores de Riesgo publicados recientemente, mostraron un panorama alentador en cuanto al consumo de tabaco: la tasa de población adulta que fuma descendió del 30 por ciento en 2005 al 25 por ciento en 2013 y la exposición al humo de tabaco ajeno en lugares de trabajo, bares y restaurantes, e inclusive en el hogar, también se redujo significativamente pasando del 40,4 al 36,3 por ciento, en el mismo período.

Fuente: lanacion.com.ar/sinbarreras

Carta de un perro guía a la sociedad

Hola, soy Canela, un Perro Guía y quiero contarte como debes actuar cuando te encuentres conmigo en compañía de mi amigo ciego.
Yo, como Perro Guía soy un perro de trabajo.
 No constituyo una mascota, no soy un perro de exhibición.
 Mi comportamiento y trato es totalmente diferente, y debo ser respetado en mi función de guía y fiel compañero de mi amigo ciego.
 Por favor, no me toques o acaricies cuando me encuentre trabajando, es decir, con arnés, esto significa distraerme de mi misión.
 Lo más adecuado es ignorarme: así efectuaré mi trabajo perfecto.
 No sientas temor hacia un Perro Guía como yo: nunca te haría daño.
 Si tienes un perro, por favor contrólalo, evitando que pueda producir un accidente cuando pasa junto a mí en compañía de mi amo ciego.
 No me ofrezcas golosinas o alimentos: mi dueño ciego se encarga con esmero de mi alimentación de manera responsable y con cariño. Estoy bien alimentado, y tengo un horario predefinido para ir a comer.
 Cuando te dirijas a una persona ciega que se acompaña por un Perro Guía como yo, háblale directamente a la persona, y no a mí.
 Si un ciego con Perro Guía se encuentra en necesidad de ayuda, lo solicitará, acércate por el lado derecho, de modo que yo quede a la izquierda.
 Pregunta si necesita asistencia: si acepta, me ordenará que te siga o te pedirá que le ofrezcas tu codo izquierdo, ó el (ella) lo tomará y me hará una seña para indicarme que estoy temporalmente fuera de trabajo.
 Si un ciego con Perro Guía pregunta direcciones, dale indicaciones claras del sentido en que debe girar o seguir para ubicar el lugar al cual se dirige.
 No corras o tomes el brazo de una persona ciega en mi compañía sin antes hablarle.
 Nunca toques mi arnés solo es para mi amigo ciego, a quien acompaño.
 Los Perros Guía tenemos lugares y horarios predeterminados para evacuar nuestros esfínteres.
 Yo, como Perro Guía estoy habituado a viajar en todo medio de transporte echado a los pies de mi amo ciego sin causar molestias a los pasajeros, trátese de viajes dentro o fuera de la ciudad o fuera del país.
 Yo, en virtud de mi riguroso entrenamiento, estoy habituado y capacitado junto a mi amigo para acceder y permanecer en todo tipo de establecimientos, tanto de salud como centros comerciales, restaurantes u otros locales: supermercados, cafeterías, cines, teatros, centros de estudio o trabajo, etc., sin causar alteración al normal funcionamiento de los mismos ni molestias al personal o al público.
 En el lugar de trabajo, un usuario de Perro Guía se encuentra capacitado para ejercer sus funciones conmigo a su lado. En ningún momento un Perro Guía deberá vagar a su capricho por el recinto, acorde al entrenamiento recibido.
 Los Perros Guía tenemos derecho a libre acceso, igual que nuestros amos, a todos los lugares públicos.

 Por favor, colabora en la difusión de este mensaje por todo el mundo.
ley Nacional 26858 de perros guía y de asistencia

domingo, 26 de marzo de 2017

EL HOMBRE MUERTO (Cuento)

El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla. Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en el suelo.
Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería. La boca, que acababa de abrírsele en toda su extensión, acababa también de cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas dobladas y la mano izquierda sobre el pecho. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo del cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de la hoja del machete, pero el resto no se veía.
El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió fría, matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia. La muerte. En el transcurso de la vida se piensa muchas veces en que un día, tras años, meses, semanas y días preparatorios, llegaremos a nuestro turno al umbral de la muerte. Es la ley fatal, aceptada y prevista; tanto, que solemos dejarnos llevar placenteramente por la imaginación a ese momento, supremo entre todos, en que lanzamos el último suspiro. Pero entre el instante actual y esa postrera expiración, ¡qué de sueños, trastornos, esperanzas y dramas presumimos en nuestra vida! ¡Qué nos reserva aún esta existencia llena de vigor, antes de su eliminación del escenario humano! Es éste el consuelo, el placer y la razón de nuestras divagaciones mortuorias: ¡Tan lejos está la muerte, y tan imprevisto lo que debemos vivir aún! ¿Aún…?
No han pasado dos segundos: el sol está exactamente a la misma altura; las sombras no han avanzado un milímetro. Bruscamente, acaban de resolverse para el hombre tendido las divagaciones a largo plazo: se está muriendo. Muerto. Puede considerarse muerto en su cómoda postura. Pero el hombre abre los ojos y mira. ¿Qué tiempo ha pasado? ¿Qué cataclismo ha sobrevivido en el mundo? ¿Qué trastorno de la naturaleza trasuda el horrible acontecimiento?
Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente, va a morir.
El hombre resiste -¡es tan imprevisto ese horror!- y piensa: es una pesadilla; ¡esto es! ¿Qué ha cambiado? Nada. Y mira: ¿no es acaso ese el bananal? ¿No viene todas las mañanas a limpiarlo? ¿Quién lo conoce como él? Ve perfectamente el bananal, muy raleado, y las anchas hojas desnudas al sol. Allí están, muy cerca, deshilachadas por el viento. Pero ahora no se mueven… Es la calma del mediodía; pero deben ser las doce. Por entre los bananos, allá arriba, el hombre ve desde el duro suelo el techo rojo de su casa. A la izquierda entrevé el monte y la capuera de canelas. No alcanza a ver más, pero sabe muy bien que a sus espaldas está el camino al puerto nuevo; y que en la dirección de su cabeza, allá abajo, yace en el fondo del valle el Paraná dormido como un lago. Todo, todo exactamente como siempre; el sol de fuego, el aire vibrante y solitario, los bananos inmóviles, el alambrado de postes muy gruesos y altos que pronto tendrá que cambiar…
¡Muerto! ¿pero es posible? ¿no es éste uno de los tantos días en que ha salido al amanecer de su casa con el machete en la mano? ¿No está allí mismo con el machete en la mano? ¿No está allí mismo, a cuatro metros de él, su caballo, su malacara, oliendo parsimoniosamente el alambre de púa? ¡Pero sí! Alguien silba. No puede ver, porque está de espaldas al camino; mas siente resonar en el puentecito los pasos del caballo… Es el muchacho que pasa todas las mañanas hacia el puerto nuevo, a las once y media. Y siempre silbando… Desde el poste descascarado que toca casi con las botas, hasta el cerco vivo de monte que separa el bananal del camino, hay quince metros largos. Lo sabe perfectamente bien, porque él mismo, al levantar el alambrado, midió la distancia.
¿Qué pasa, entonces? ¿Es ése o no un natural mediodía de los tantos en Misiones, en su monte, en su potrero, en el bananal ralo? ¡Sin duda! Gramilla corta, conos de hormigas, silencio, sol a plomo… Nada, nada ha cambiado. Sólo él es distinto. Desde hace dos minutos su persona, su personalidad viviente, nada tiene ya que ver ni con el potrero, que formó él mismo a azada, durante cinco meses consecutivos, ni con el bananal, obras de sus solas manos. Ni con su familia. Ha sido arrancado bruscamente, naturalmente, por obra de una cáscara lustrosa y un machete en el vientre. Hace dos minutos: Se muere.
El hombre muy fatigado y tendido en la gramilla sobre el costado derecho, se resiste siempre a admitir un fenómeno de esa trascendencia, ante el aspecto normal y monótono de cuanto mira. Sabe bien la hora: las once y media… El muchacho de todos los días acaba de pasar el puente.
¡Pero no es posible que haya resbalado…! El mango de su machete (pronto deberá cambiarlo por otro; tiene ya poco vuelo) estaba perfectamente oprimido entre su mano izquierda y el alambre de púa. Tras diez años de bosque, él sabe muy bien cómo se maneja un machete de monte. Está solamente muy fatigado del trabajo de esa mañana, y descansa un rato como de costumbre. ¿La prueba…? ¡Pero esa gramilla que entra ahora por la comisura de su boca la plantó él mismo en panes de tierra distantes un metro uno de otro! ¡Ya ése es su bananal; y ése es su malacara, resoplando cauteloso ante las púas del alambre! Lo ve perfectamente; sabe que no se atreve a doblar la esquina del alambrado, porque él está echado casi al pie del poste. Lo distingue muy bien; y ve los hilos oscuros de sudor que arrancan de la cruz y del anca. El sol cae a plomo, y la calma es muy grande, pues ni un fleco de los bananos se mueve. Todos los días, como ése, ha visto las mismas cosas.
…Muy fatigado, pero descansa solo. Deben de haber pasado ya varios minutos… Y a las doce menos cuarto, desde allá arriba, desde el chalet de techo rojo, se desprenderán hacia el bananal su mujer y sus dos hijos, a buscarlo para almorzar. Oye siempre, antes que las demás, la voz de su chico menor que quiere soltarse de la mano de su madre: ¡Piapiá! ¡Piapiá!
¿No es eso…? ¡Claro, oye! Ya es la hora. Oye efectivamente la voz de su hijo… ¡Qué pesadilla…! ¡Pero es uno de los tantos días, trivial como todos, claro está! Luz excesiva, sombras amarillentas, calor silencioso de horno sobre la carne, que hace sudar al malacara inmóvil ante el bananal prohibido.
…Muy cansado, mucho, pero nada más. ¡Cuántas veces, a mediodía como ahora, ha cruzado volviendo a casa ese potrero, que era capuera cuando él llegó, y antes había sido monte virgen! Volvía entonces, muy fatigado también, con su machete pendiente de la mano izquierda, a lentos pasos. Puede aún alejarse con la mente, si quiere; puede si quiere abandonar un instante su cuerpo y ver desde el tejamar por él construido, el trivial paisaje de siempre: el pedregullo volcánico con gramas rígidas; el bananal y su arena roja: el alambrado empequeñecido en la pendiente, que se acoda hacia el camino. Y más lejos aún ver el potrero, obra sola de sus manos. Y al pie de un poste descascarado, echado sobre el costado derecho y las piernas recogidas, exactamente como todos los días, puede verse a él mismo, como un pequeño bulto asoleado sobre la gramilla -descansando, porque está muy cansado.
Pero el caballo rayado de sudor, e inmóvil de cautela ante el esquinado del alambrado, ve también al hombre en el suelo y no se atreve a costear el bananal como desearía. Ante las voces que ya están próximas -¡Piapiá!- vuelve un largo, largo rato las orejas inmóviles al bulto: y tranquilizado al fin, se decide a pasar entre el poste y el hombre tendido que ya ha descansado.

Horacio Quiroga

"LA MEMORIA" - León Gieco

https://youtu.be/9JeJS5FtGCw

El ajedrez y la integración

Jorge Osvaldo Carballo
Cuando era niño tenía poca visión y en alguna que otra oportunidad jugaba al ajedrez, el cual según su testimonio, le costaba mucho tanto el juego en sí como en lo referente a la visión del tablero.
Cuando tenía 25 años quedó ciego, y por lógica pensaba que si antes le costaba jugar a este juego ahora le resultaría imposible.
En el año 1987 con 31años, ablando con un amigo que practicaba ajedrez, le dijo que estaba equivocado y para demostrárselo puso un tablero delante de él, y lo invitó a jugar una partida.
Con gran sorpresa comprobó que su amigo tenía razón (que bien podía jugar al ajedrez) mostrando desde ese momento un mayor interés en ese deporte.
Al poco tiempo conoció al hijo de una amiga de su mamá, con el que nació una gran amistad, quien en ese momento era campeón juvenil de ajedrez. Con él, pasó muchas horas practicando; así fue, que jugando partidas se perfeccionó hasta llegar a adquirir un nivel como para empezar a participar en torneos.
Este amigo campeón juvenil, lo llevó a jugar en el Círculo de ajedrez Torre Blanca en torneos abiertos convencionales, es decir, con videntes lo que para el fue algo muy importante, porque descubrió que este deporte era el único que se podía jugar en igualdad de condiciones con un rival vidente.
A partir de ese momento, comenzó una prolífica carrera que lo llevaría a lo mas alto a nivel competitivo nacional e internacional en competencias entre jugadores ciegos, y a un posicionamiento destacado en competencias con jugadores videntes, logrando en barios campeonatos abiertos y de categorías ubicarse en los primeros lugares.
Respecto a su participación en torneos de ciegos debemos destacar lo siguiente:
1991 - Cuarto puesto en el clasificatorio para el Latinoamericano que se jugó ese mismo año, y en el que clasificó quinto.
1992 - Cuarto lugar en el Torneo Pre-Olímpico, clasificando de este modo a la novena olimpíada jugada en Mallorca (España) ese mismo año.
Campeón nacional 1993 y 1994 - Cave destacar que el título del año 1993 lo clasificó al Torneo Mundial Individual 1994 que se jugó en Alicante España.
1995 – Subcampeón nacional. El segundo puesto del Nacional ‘95 le valió la clasificación como segundo tablero del equipo, que participó en la Décima Olimpíada por equipos que se realizó en brasil durante el mes de abril del año 1996.
Además, fue subcampeón latinoamericano por equipo, y segundo mejor tablero en un torneo Latinoamericano por equipos de dos jugadores realizado en Porto Alegre (Brasil) en 1995.
En 1994, fue el mejor argentino clasificado en los Juegos Latinoamericanos realizados en San Pablo obteniendo el quinto puesto.
Cabe señalar que desde el año 1993 y hasta la actualidad, juega en el Club Jaque Mate, participando en torneos abiertos e internos de esa institución.

Nota: Jorge Osvaldo Carballo es alumno de la Escuela para Jóvenes y Adultos con Discapacidad Visual y Formación Integral Nº 34
"Gral. San Martín".

lunes, 13 de marzo de 2017

LA LECHE MATERNA, EL MEJOR ALIMENTO

LA LECHE materna es el alimento perfecto desde todo punto de vista: físico, inmunológico, psíquico, anímico y tal vez, varios más. La pediatría ha podido establecer que ya no queda ninguna duda al respecto: la leche materna es el alimento más completo para el bebé.
 No sólo es económico y natural, sino que también aporta las sustancias indispensables para el crecimiento del niño, como proteínas, grasas y azúcares, además de desarrollar las defensas inmunológicas, generando en el organismo del pequeño los anticuerpos necesarios para alejarlo del peligro de las enfermedades infecto- contagiosas.
 Todas las escuelas de medicina pediátrica coinciden en señalar que, durante los primeros seis meses, los bebés no reciban otro alimento (a excepción del agua mineral o hervida previamente). Por supuesto, el control médico igualmente es indispensable para descartar que no esté haciendo falta algún tipo de complemento alimenticio, como por ejemplo,
 suplementos vitamínicos. En cuanto a la frecuencia diaria, parece no haber un acuerdo definitivo acerca de cuál es la más adecuada. Algunos pediatras recomiendan dar el pecho cada vez que el niño tenga hambre. Otros, en cambio, afirman que se debe seguir un ritmo ordenado cada tres o cuatro horas, durante los tres primeros meses. Una tercer opinión es la de efectuar 8 tomas diarias hasta el tercer mes de vida y luego no alimentar más durante la noche, arrojando un total de seis o siete tomas diarias.
 Aparentemente, lo ideal es nunca adoptar un esquema muy rígido y adaptar la frecuencia de alimentación a las necesidades de cada criatura en particular, considerando su estado de salud, su tolerancia a la leche materna y su apetito. Por supuesto, nunca deje de consultar con el pediatra qué es lo mejor para su caso en par¬ticular, ya que cada situación es única y los especialistas, en definitiva, quienes cuentan con el conocimiento para evaluar la situación en forma correcta y adoptar la solución más adecuada.
 Fuente: Organización Mundial de la Salud (OMS).

 LA LECHE materna.
 Es el alimento perfecto desde todo punto de vista: físico, inmunológico, psíquico, anímico y tal vez, varios más. La pediatría ha podido establecer que ya no queda ninguna duda al respecto: la leche materna es el alimento más completo para el bebé.
 No sólo es económico y natural, sino que también aporta las sustancias indispensables para el crecimiento del niño, como proteínas, grasas y azúcares, además de desarrollar las defensas inmunológicas, generando en el organismo del pequeño los anticuerpos necesarios para alejarlo del peligro de las enfermedades infecto- contagiosas.
 Todas las escuelas de medicina pediátrica coinciden en señalar que, durante los primeros seis meses, los bebés no reciban otro alimento (a excepción del agua mineral o hervida previamente). Por supuesto, el control médico igualmente es indispensable para descartar que no esté haciendo falta algún tipo de complemento alimenticio, como por ejemplo,
 suplementos vitamínicos. En cuanto a la frecuencia diaria, parece no haber un acuerdo definitivo acerca de cuál es la más adecuada. Algunos pediatras recomiendan dar el pecho cada vez que el niño tenga hambre. Otros, en cambio, afirman que se debe seguir un ritmo ordenado cada tres o cuatro horas, durante los tres primeros meses. Una tercer opinión es la de efectuar 8 tomas diarias hasta el tercer mes de vida y luego no alimentar más durante la noche, arrojando un total de seis o siete tomas diarias.
 Aparentemente, lo ideal es nunca adoptar un esquema muy rígido y adaptar la frecuencia de alimentación a las necesidades de cada criatura en particular, considerando su estado de salud, su tolerancia a la leche materna y su apetito. Por supuesto, nunca deje de consultar con el pediatra qué es lo mejor para su caso en par¬ticular, ya que cada situación es única y los especialistas, en definitiva, quienes cuentan con el conocimiento para evaluar la situación en forma correcta y adoptar la solución más adecuada.

 Fuente: Organización Mundial de la Salud (OMS)