jueves, 25 de mayo de 2017

Viaje mental por la ciudad más austral del mundo

Subo por una ladera de la montaña con el esfuerzo marcado en la cara. Desde abajo parecía fácil. Frente a mí tenía glaciares; a mis espaldas, el canal de Beagle. En los confines del mundo uno siempre tiene la sensación de sentirse fuera del radar. Cada vez que me toca venir aquí me pongo en modo aventurero. No sé por qué será, pero es así. Si bien me encontraba de este lado de la unión del Atlántico y el Pacífico, tal vez en mi mente empezaban a aparecer las historias de la edad heroica de las expediciones antárticas, en la cual hombres como Amundsen, Scott y Shackleton se aventuraban a tierras desconocidas en busca de quedar en el bronce de la ciencia y la historia. También fue lugar de inspiración para uno de mis escritores favoritos de todos los tiempos, Julio Verne, ya que, perteneciente al departamento de esta provincia encontramos a esta isla con El faro del fin del mundo (llamado realmente Faro de San Juan de Salvamento), libro leído cuando vivía en España, en la época donde no existía Internet y momento en el cual mi mente después de voltear cada página imaginaba las hipótesis más extravagantes sobre el lugar alejado que visitaría por primera vez una buena decena de años más tarde. Creo que ya deben haber descubierto en qué lugar me encuentro: Ushuaia, la ciudad más austral del mundo. Mientras continuaba ascendiendo hacia el glaciar Martial -nombrado así en honor a Louis Ferdinand Martial, capitán de la embarcación La Romanche y comandante de la misión científica francesa al cabo de Hornos del siglo XIX-, fatigándome a cada paso de mi lenta pero provechosa subida, me giraba para poder captar el maravilloso paisaje que me rodeaba, como queriendo abarcar con mi vista la totalidad del enorme panorama de 360 grados a mi alrededor. Ya empezaba a ver parte de la ciudad a mis pies y el espejo de agua que forma el Beagle lucía resplandeciente. Aquí hice otra parada mental que me llevaba directamente a Charles Darwin y la embarcación por la que el canal lleva su nombre. Y trataba de pensar cuáles habían sido las primeras impresiones de este eminente naturalista y propulsor de la teoría evolutiva de la selección natural, o cuáles habían sido las órdenes dadas por el capitán Robert Fitz Roy sobre dónde fondear o qué curso seguir. Pero aquí mi mente hizo un clic, como si fuese una llamada de atención. Como si la voz de mi conciencia me estuviese diciendo que me estaba olvidando de recordar cosas importantes. Claro, había recorrido historia, datos fácticos. Repasado brevemente, casi como un neófito, circunstancias que tenían que ver con su ecosistema, flora y fauna. También, las cosas que me habían contado amigos fueguinos sobre ciertos aspectos de su idiosincrasia y costumbres. Porque después de repasar todo esto era tiempo de recordar y homenajear en este caso de manera solitaria y silenciosa, pero siempre respetuosa a aquellos pueblos originarios que, desde tiempos inmemorables, habían habitado estas tierras: yámanas y onas, entre otros. Con sus canoas, habían sido los dueños y señores de estas tierras y mares. Según se dice, podían nadar en estas aguas heladas como si fuese un bautizo diario con la naturaleza, sus creencias y sus costumbres. Enfundados en sus pieles habían combatido durante generaciones las inclemencias del tiempo. Ellos habían dotado a estas latitudes de un espíritu -ese intangible colectivo- bastante especial. Todavía me quedaba un buen par de horas de trayecto. Mis pies caminaban, mis ojos observaban, mi mente vagaba...

  Fuente: Iván de Pineda. LA NACION.
  mayo de 2017

¿Qué es un ataque de pánico?

El ataque de pánico es la sensación de terror intenso o muerte inminente. Pero necesitamos distinguir cuándo es algo ocasional y cuándo es algo frecuente.
Cuando éste se instala, estamos ante la modalidad frecuente. Entonces, si la persona necesita salir, tendrá que llamar a alguien para que la acompañe.
Si va a un restaurante a comer, se sentará cerca de la puerta. Su duración puede variar entre dos, cinco y hasta diez minutos. Pero no más de veinte. En general, es breve y sobreviene sin previo aviso. La persona puede estar hablando con alguien, o cenando en algún lugar y, de repente, experimenta esta sensación.
Se calcula que una de cada diez personas sufrirá una crisis de pánico, al menos, una vez en la vida. Como resultado, sentirá literalmente que se está muriendo y tendrá ahogos, dolores en el pecho, angustia, sudoración, etc. También podrá sentir que está a punto de desmayarse, de volverse loca o de morir de un ataque cardíaco.
Estos son los tres grandes temores que surgen en el ataque de pánico. A pesar de ello, el pronóstico es muy bueno, pues existen terapias especializadas en trastornos de ansiedad.

¿Cómo nos damos cuenta de que estamos frente a un ataque de pánico?
Nuestro cuerpo puede manifestarlo a través de los siguientes síntomas:
-Mareos
-Ahogos
-Sudoración
-Sensación de muerte
-Dolor en el pecho
-Vértigo
-Sensación de despersonalización (los rostros de las personas alrededor comienzan a ser borrosos).
A veces, el ataque de pánico tiene un desencadenante: un susto, la pérdida de un ser querido o un problema determinado. Y, otras veces, aparece sin desencadenante.
Según la psicología, los trastornos de ansiedad son sinónimo de la suma de una personalidad vulnerable más estrés. Todos somos potencialmente vulnerables porque no nos enfermamos de lo que queremos, sino de lo que podemos. Ciertas circunstancias, como una posición de liderazgo, alta exigencia y el estrés que todos enfrentamos pueden provocar trastornos de ansiedad.
En aquel que experimenta esta "sensación de morirse" suele surgir una expectativa ansiosa. La persona piensa: "¿Y si me vuelve a suceder?". Entonces elige quedarse en casa. A su situación actual le suma la "agorafobia". No sale de casa por temor a que le pase algo, a morirse, a volverse loco, etc., y termina por desarrollar una depresión.
Ahora tiene el ataque de pánico más una depresión secundaria, razón por la cual queda literalmente encerrada.

¿Qué hacer ante los ataques de pánico?
a). Buscar ayuda profesional. El pronóstico, como ya mencionamos, es muy bueno. Para recuperarse, se necesita tratamiento para superar la vulnerabilidad y, sobre todo, para aprender a manejar el estrés.
b). Si estamos con alguien más, pedirle a la otra persona que nos abrace. Si nos encontramos fuera de casa, sentarnos en el piso; si nos encontramos en casa, acostarnos, respirar lento y profundo y, en lo posible, escribir lo que está ocurriendo y la forma en la que nos sentimos. Esto puede resultar de gran ayuda.
c). Nunca refugiarnos en casa, pues los ataques de pánico no desaparecen solos. Buscar siempre un profesional de terapia cognitiva o especializado en trastornos de ansiedad.

¿Quiénes pueden tener un ataque de pánico?
Todos: niños, adolescentes y adultos.
Es importante saber que nadie se vuelve loco ni se muere por un ataque de pánico. Muchas personas panicosas le piden al médico que les realice un electro.
Es muy aconsejable, en estos casos, consultar con un cardiólogo, quien hará los controles necesarios y, al comprobar que todo está bien, derivará a la persona con un psicoterapeuta. Nadie muere de un ataque de pánico.

Para concluir, cuando es ocasional, aparece en un determinado momento y no vuelve a repetirse. Pero si persiste, es necesario trabajar en la personalidad ansiosa. Por lo general, se trata de personas que piensan en extremos: todo o nada. No se debería agregar más ansiedad a este trastorno.

Por Bernardo Stamateas
PARA LA NACION

Editorial - Buenos Aires, mayo 25 de 2017...

Este 25 de mayo, se están cumpliendo 207 años de la Revolución de Mayo de 1810.
¿Qué se celebra cuando se habla de esta fecha en Argentina? ¿El nacimiento de la patria?
Decididamente, no. En este día celebramos algo muy diferente.
En 1810 no existía una patria, como a menudo se nos ha enseñado. No había una patria que esperaba romper las cadenas que la unían a España.
Según las investigaciones históricas que se vienen realizando desde hace décadas, no había argentinos, ni estaba la Argentina latente en 1810. Este rincón del mundo era parte del imperio español que se hallaba en crisis desde 1808.
Esta crisis, con la invasión de Napoleón a España, terminó con la caída de la monarquía reinante y la posterior disolución del imperio.
En América, aprovechando tal coyuntura, se produjeron grandes cambios, como ser la ruptura del lazo formal con la Metrópoli.
Lo que conmemoramos en este día, es La “Revolución del 25 de mayo de 1810”. Un cambio político radical que se inició en Buenos Aires y se corrió como pólvora por las demás provincias y capitanías del ex Virreinato del Río de la Plata.
Los “reinos” americanos tuvieron entonces, que hacer frente a la caída de la monarquía española, y lo hicieron reclamando la recuperación del poder que les pertenecía originalmente, según sostenían sus dirigentes.

“El poder debía volver al pueblo, ya que este era el que se lo dio al Rey, pero ante la ausencia de este, la soberanía sobre los territorios debía volver  a los territorios en sí”.

Esa premisa constituía, un derecho y un deber para los pueblos de darse su propio gobierno. Esta idea es la que llevó a la Revolución de Mayo. Tras ésta, se transformó en que la soberanía era del pueblo.
Así finalmente, se llegó a la idea de república, en la que el poder legítimo no descansa sobre un monarca, sino sobre la voluntad del pueblo y sobre la igualdad y libertad de sus integrantes.
Esto fue un avance a todas luces, ya que en Europa estaban volviendo a las monarquías absolutistas, y aquí se planteó una ruptura total con el pasado colonial.
Todavía no existía un estado consolidado, no existía Argentina, pero sí la puesta en práctica de un tipo de gobierno republicano.
Pasaron muchos años, y muchos intentos conflictivos que abrieron diversos caminos hacia la construcción nacional, con éxitos y fracasos. La nación argentina vería su nacimiento recién en 1853, cuando los estados provinciales de nuestro actual territorio sellaron una unidad federal con la constitución que hoy todavía nos rige.
Por todos los que desde los primeros años del Siglo XIX alimentaron y concibieron ese sueño de LIBERTAD; de REPÚBLICA; de PATRIA.
Por todos los que sumaron esfuerzos y lucharon a brazo partido para llegar a darle vida a la NACIÓN ARGENTINA en 1853.
Por todos los que fueron llegando desde ese momento, y depositaron todo un bagaje de ilusiones y anhelos en estas tierras, realizando un aporte invalorable a favor de su engrandecimiento.
Por todos nuestros ascendientes, vivamos con HONOR Y ORGULLO el SER ARGENTINOS.
En buen romance: ¡OJUREMOS CON GLORIA VIVIR!

El Sol del 25 - gato patriótico -
ENZO VALENTINO con acompañamiento de Orquesta Típica (1973)
https://youtu.be/070KgW701DI

martes, 2 de mayo de 2017

EL HISTORIAL DE LA CONSTITUCIÓN ARGENTINA.


 

 

El constitucionalismo en la Argentina nace con el primer Reglamento de 1811, el cual deslindaba las atribuciones entre la Junta Conservadora y el Triunvirato. No llegó a aplicarse, porque el Triunvirato lo reemplazó por el Estatuto Provisional en ese mismo año. Posteriormente, la Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata en su sesión del 27 de febrero de 1813 aprobó el Estatuto del Supremo Poder Ejecutivo, mediante el cual se organizó el Poder Ejecutivo y se fijaron sus facultades. En 1815 se sancionó un Estatuto provisional y otro en 1817, pero su sentido fue de organizar el desorden del momento.

 

La primera constitución argentina fue sancionada en 1819 por el Congreso de Tucumán. Era de carácter centralista, conservador, pro-monárquica y aristocratizante, por ello fue rechazada por las provincias y jamás se puso en práctica. En especial se opuso el Brigadier General Estanislao López, caudillo de Santa Fe, quien deseaba la instalación de una confederación, tratando de imponer su propia constitución, en cuyo artículo 19, instituyó por primera vez en la historia, el voto directo del pueblo para la elección de sus representantes de una organización republicana y federal. Así es como Estanislao López llega al poder como gobernador de Santa Fe en 1819 a través el voto popular. Primer acto democrático efectivizado en toda Latinoamérica y uno de los primeros de todo el mundo (Busaniche, 1927).

 

Sobre esta Constitución de Santa Fe, el propio Busaniche (1927) dice; «...hay que considerar que era la primera provincia en que se daba una constitución republicana; que no había en el mundo otra república que Estados Unidos de Norteamérica y que estaba tan arraigada la sumisión al absolutismo y a la inclinación a la pompas exteriores del mando, que sólo en 1815 se terminó en Buenos Aires con la costumbre de quemar incienso ante la persona del director supremo». Es así que se destaca la valentía de Estanislao López, mientras Buenos Aires mendigaba por las cortes europeas, un monarca para el Río de la Plata hasta 1819.

 

Tras este primer intento, en 1824 se convocó a un Congreso Constituyente, que, en 1826, sancionó una nueva constitución que fracasó como la primera. Fue asimismo rechazada por las provincias y no alcanzó a entrar en vigencia.

 

Una convención reunida en Santa Fe para reformar la constitución fue malograda por la guerra civil de 1828-1831, la cual, sin embargo, propició el nacimiento del Pacto Federal (1831), virtual carta magna argentina por años. Este pacto establecía que el gobierno de la provincia de Buenos Aires (la mayor y más poblada, así como la que tenía contacto directo con Europa) estaba «encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina».

 

El gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas (1829-1832 y 1835-1852), se mostró renuente a realizar la convocatoria a un Congreso Constituyente que exigía el Pacto Federal, por lo que hubo que esperar a su destitución por parte del Gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, para la realización del mismo.

 

 

 Proyecto de Constitución Argentina de 1813

 

Cuando el Segundo Triunvirato convoca la Asamblea del Año XIII, uno de sus objetivos era redactar una Constitución. Si bien este punto fracasó, se pudieron resolver varias cuestiones importantes.

 

Constitución Argentina de 1819

 

Fue sancionada por el mismo Congreso que tres años antes había declarado la Independencia en Tucumán, trasladándose a Buenos Aires para instalarse allí y comenzar a trabajar en la redacción y elaboración de una Carta Magna. Después de realizar un exhaustivo estudio de la preexistente legislación argentina y de constituciones extranjeras tales como la de Estados Unidos, Francia —especialmente la de 1791— y la liberal constitución española de 1812, fue designada la comisión que tendría a cargo la redacción y presentación del proyecto de Constitución. Entre sus miembros se encontraban José Mariano Serrano, Diego Estanislao Zavaleta, Teodoro Sánchez de Bustamante, Juan José Paso y Antonio Sáenz.

 

El proyecto estipulaba que el poder ejecutivo sería ejercido por un Director Supremo electo por ambas cámaras del Congreso, con su propio Consejo de Estado, quien duraría cinco años en el poder, pudiendo ser reelecto por una única vez. El poder legislativo estaría integrado por una Cámara de Senadores, formada por un número de miembros igual al de provincias, tres militares cuya graduación no bajara de Coronel Mayor, un obispo, tres eclesiásticos, un representante de cada universidad y el Director Supremo saliente. La otra Cámara sería conformada por Diputados elegidos a razón de uno cada veinticinco mil habitantes y tendría la iniciativa en materia impositiva y estaba a cargo la promoción de juicio político a los altos funcionarios del Estado. El poder judicial sería ejercido por una Alta Corte de Justicia compuesta por siete jueces y dos fiscales designados por el Director con noticia y consentimiento del Senado.

 

 

 

El proyecto de Constitución fue aprobado por el Congreso y entró en vigencia el 25 de mayo de 1819, encontrando un entusiasta recibimiento por parte del pueblo de Buenos Aires; por el contrario, fue inmediatamente rechazada por las provincias del interior. La mayor crítica por parte del interior —en el Congreso no estaban representadas Salta, San Juan, la Banda Oriental, Misiones, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe—, fue su neto carácter unitario, cuando la mayoría de las provincias sostenía una posición federal.

 

En definitiva, las provincias rechazaron el documento y los caudillos Santa Fe y Entre Ríos (Estanislao López y Francisco Ramírez respectivamente) decidieron ir a la guerra contra Buenos Aires. Guerra en que las provincias sublevadas contra el Directorio resultaron victoriosas en la Batalla de Cepeda el 1 de febrero de 1820, provocando con ello la caída del entonces Director Supremo, José Rondeau y dando inicio a un período de crisis para la ciudad puerto y su provincia, y de autonomía para las provincias interiores. Luego de la Batalla de Cepeda, también el Congreso se disolvió, así empezando la anarquía del año 1820.

 

 

 Constitución Argentina de 1826.

 

A fines de 1823 la situación interna de las Provincias Unidas del Río de la Plata, si bien transitaba por un momento de tranquilidad política merced al gobierno encabezado por el General Juan Gregorio de las Heras, ante la necesidad de concretar la unión nacional por el advenimiento de una guerra con Brasil que había ocupado la Banda Oriental (hoy Uruguay), Buenos Aires invitó a todas las provincias a un Congreso General y estas aceptaron.

 

El 16 de diciembre de aquel año, se instaló el Congreso General Representante de las Provincias Unidas de Sudamérica que tiene a Manuel Antonio Castro como presidente. A partir de aquel día comenzó a discutirse en el seno de la Asamblea la posibilidad de redactar una Constitución para el país. Este organismo sancionó una Ley Fundamental compuesta por 18 artículos que quedaba en vigencia hasta la sanción definitiva de la Carta Magna.

 

En líneas generales esta Constitución era igual a la de 1819. Sólo que ésta ahora era más completa y centralista. Establecía la división de poderes:

Poder Ejecutivo: ejercido por el Presidente de la Nación cuyo mandato duraría cinco años, designado en elección de segundo grado, que entre otras atribuciones designaba a los Gobernadores provinciales con acuerdo del Senado, que no tendrían autonomía y su presupuesto debería ser aprobado por el Congreso Nacional.

Poder Legislativo: bicameral, con Cámara de Diputados y de Senadores.

Poder Judicial: una Alta Corte de Justicia - con 9 Jueces y 2 Fiscales - y los tribunales inferiores.

 

Lo más destacable es que enumeraba una serie de derechos y garantías que pasaron a la Constitución de 1853. Establece la religión católica como religión del Estado; sanciona con pena de muerte o destierro al que atentare o prestare medios para atentar contra la Constitución; prohibía la confiscación de bienes; se privaba de los derechos de ciudadanía al procesado en causa criminal por la que pueda resultar pena de muerte. También establecía la inamovilidad de los Jueces y la no disminución de los sueldos.

 

Con los unitarios diestramente dueños del Congreso y frente a las luchas entre Córdoba y Tucumán, Las Heras vislumbró que no podría continuar ejerciendo el Poder Ejecutivo y el 15 de julio de 1825 decide renunciar, siendo ésta rechazada por la Asamblea. No pasó mucho tiempo, y el 6 de febrero de 1826 el Congreso crea el cargo de Presidente de la República, siendo elegido para ocupar el puesto Bernardino Rivadavia, figura profundamente rechazada por el interior, verdadero artífice de la Constitución.

 

El Presidente una vez aprobada la Constitución el 24 de noviembre de 1826, nombra comisionados para convencer a los gobernadores y juntas provinciales. Menos Tucumán, Catamarca y Salta, las provincias están en manos federales. Y es a éstas a donde se dirigen los comisionados.

 

La Rioja, Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero, San Luis y Salta rechazan la Constitución pero manifiestan el deseo de seguir la guerra con el Brasil "sin el Congreso ni el presidente". La única provincia que acepta la Constitución es la Oriental, por obvias razones tácticas. Buenos Aires que carece de autoridades, no se pronuncia.

 

Ya en guerra con el Brasil en el año 1827, el Congreso declaró su propia disolución y la del Poder Ejecutivo nacional, quedando en manos de Buenos Aires las relaciones exteriores y la guerra. A partir de este momento el país quedará sin gobierno nacional y entrará en una lucha feroz entre unitarios y federales, a pesar de lo cual las provincias con igual tendencia política se unirán mediante pactos, tales como la Liga Unitaria y Pacto Federal.

 

La falta de un gobierno nacional duraría hasta el Acuerdo de San Nicolás que dio origen a la Confederación Argentina y precedió a la Constitución Argentina de 1853.

 

 

Constitución argentina de 1853.

 

El Congreso General Constituyente, realizado en 1853 en la ciudad de Santa Fe, dictó la constitución de 1853, que se encuentra vigente en la actualidad, con sus reformas.

 

En 1860 fue realizada la primera reforma a la constitución, debida a que la provincia de Buenos Aires, enfrentada a las demás (1852-1859), no tuvo representantes en el Congreso.

 

La segunda reforma (1866) fue realizada sólo para eliminar del texto un par de frases que decían «hasta 1866».

 

La tercera reforma (1898) cambió la base de elección de diputados y el artículo que se refiere a los ministros del Poder Ejecutivo, elevándolos de cinco a ocho.

 

En 1949 se efectuó una amplia reforma a la constitución, realizada durante el gobierno justicialista de Juan Domingo Perón. Esta reforma incorporó nuevos derechos políticos, extensos derechos sociales, estableció la igualdad del hombre y la mujer, nacionalizó algunos recursos básicos de la economía, permitió la reelección indefinida del presidente, estableció el voto universal, secreto y directo, etc. Tras el derrocamiento de Perón en 1955, la dictadura que lo sucedió derogó la Constitución y repuso el texto de 1898. En 1957 se reunió una nueva convención reformadora con exclusión del peronismo, que convalidó la derogación de la Constitución de 1949 y compiló algunos derechos laborales en el nuevo artículo 14bis, antes de paralizar sus sesiones por falta de quorum.

 

La dictadura que gobernaba el país en 1972 impuso mediante un estatuto una serie de reformas a la constitución como condición para las elecciones de 1973. Estas incluyeron la elección de presidente y diputados en un período de cuatro años, a doble vuelta electoral, entre otras. Esta reforma se estableció por cinco años, tiempo en el cual debía ser ratificada por el Congreso de la Nación, lo cual no ocurrió a raíz del golpe de Estado de 1976.

 

La última reforma se llevó a cabo en 1994, e incluyó la reducción del mandato presidencial a cuatro años, su elección directa y a doble vuelta, el aumento del número de senadores a tres, con elección directa, la creación del Consejo de la Magistratura, del Jefe de Gabinete de Ministros y varias otras figuras más.

 

 

lunes, 1 de mayo de 2017

ATRACÓN DE TORTILLAS EN CÁDIZ(ESPAÑA).

Atracón de tortillas
Un paseo por Cádiz para probar las distintas variantes de este clásico culinario español. El plan era muy simple: recorrer la ciudad de una manera diferente y convertirme en experto de un producto típico español.

La ciudad: Cádiz. El producto: tortilla española. De esta manera, me convertí en un tortillante, una especie de Adso de Melk (se acordarán de este novicio que seguía a William de Baskerville en El nombre de la rosa), cuyo propósito era conocer a fondo los secretos de este tradicional plato.
Cádiz, como ya hemos comentado en una de estas columnas hace algún tiempo, es la ciudad continuamente habitada más antigua de España y una de las más ancianas del oeste de Europa. Desde los tiempos de fenicios (sus fundadores) y cartaginenses (para ellos Gadir o Agadir), Imperio Romano (la llamaron Augusta Urbs Iulia Gaditana) pasando por los árabes (Qádis) hasta la llegada a nuestros días como Cádiz, ininterrumpidamente ha sido siempre un importante puerto comercial que enlazaba el comercio de la costa noroeste del África con la península ibérica y el mediterráneo. Durante el imperio español, era uno de los puertos más importantes -Colón en dos de sus viajes partió desde aquí-, que fue sitiado y atacado infinidad de veces por ingleses. Tan importante era el comercio marítimo que en toda la ciudad los propietarios de los navíos comerciales construían torres, que funcionaban como miradores en sus residencias para poder anticipar la llegada de sus embarcaciones y comunicar las buenas y, a veces, malas noticias. También estas torres podían cumplir una tarea defensiva.
Con mucha y antigua historia, pequeñas calles y plazas, grandes iglesias y, sobre todo, llena de recovecos, es una ciudad ideal para caminarla y sorprenderse. Como lo hice yo, pero esta vez, como se los adelanté, de una manera lúdica y diferente. Pepe, como lo llama todo el mundo, fue el encargado de iniciarme en el ancho mundo de la tortilla de papas o tortilla española. Su propósito siempre fue el de hacer conocer la ciudad de sus amores y de compartir los sabores y tradiciones culinarias de la provincia y del país. Así nació este curso de tortillología, en el que los tortillantes (estudiantes de la tortilla) descubren los secretos de este plato que, desde el siglo XVI (momento en el cual Europa trae la papa desde las Américas), forma parte de la identidad gastronómica de España y es uno de los productos ofrecidos en sus maravillosos tapeos.
Verdadero entendido en el tema, Pepe me esperaba en una esquina de la ciudad para recorrer los quince mejores lugares que ofrecían la tortilla en cada una de sus variedades. Así comenzó una jornada en la cual me sumergí y dediqué durante unas buenas diez horas a conocer los secretos gaditanos y a comer hasta casi literalmente explotar. Porque cada una de las casas de comidas y restaurantes me recibía con amplias sonrisas, palmadas en el hombro y esa tonada andaluza que por momentos se exacerba al punto de tener que hacer esfuerzos para entender lo que están diciendo.
Arrancábamos con una copita de manzanilla o vino, luego otra, y así sucesivamente, hasta casi pedir por favor un respiro. Pepe pacientemente no sólo me explicaba la composición, inspiración y creación de cada una de las tortillas: con jamón ibérico o puntas de espárragos, con chorizo o bonito, con pimientos o cebolla. También me abría las puertas de su ciudad, de sus costumbres, de sus historias y de sus mitos a través de cantidades ingentes de este producto y de las innumerables copas compartidas con los dueños de los locales que me despedían con enormes abrazos, como si fuera un pariente o hijo pródigo venido de ultramar.

Nota de Iván de Pineda
Conductor del programa Viajando por el mundo, de canal 13.
1 de mayo de 2017

CAPA DE OZONO 2017.

En una de las atmósferas más puras que existen, Argentina mide la capa de ozono en el Pabellón Científico de la Base Marambio de la Antártida Argentina, en un proyecto conjunto con Finlandia que registró valores superiores a los anteriores 25 años, lo que indica que la capa de ozono se recupera por rectificación de la acción humana que la había deteriorado. En la Base Marambio se obtuvieron mediciones de ozono en la que el valor supera ampliamente el promedio de todas las mediciones realizadas en Marambio entre 1989 y 2016.
El ozono es un gas que se forma en la atmósfera estableciendo una capa que bloquea la radiación solar ultravioleta dañina (UVC), que incrementa el riesgo de cáncer de piel y daña al fitoplancton de los mares, entre otros perjuicios. Si se comprimiera alrededor de la atmósfera todo el ozono disponible, la capa formada mediría tres milímetros, denominada 300 unidades Dobson en referencia al científico inglés que ideó el método de medición. Son suficientes e imprescindibles para absorber la mayor parte de la radiación ultravioleta UVC.
La capa había resultado gravemente dañada por el uso de aerosoles refrigerantes luego prohibidos, que alteraron el ozono como daño colateral. Inventada para ser usada en refrigeración, la molécula de clorofluorcarbono (CFC) empezó a agotar el ozono natural presente en la alta atmósfera y produjo una disminución que fue observada en 1974 por Mario Molina y Frank Sherwood Rowland, en un trabajo que les significó el Nobel de Química 1995 junto a Paul Crutzen.
Una década después de esa observación, el Servicio Antártico Británico (BAS) publicó en 1985 el estudio que mostraba una disminución alarmante de la capa en la región polar. El "agujero de ozono" por el cual una veintena de países, entre los que se contaban productores de clorofluorocarbonos (CFC), suscribieron el Protocolo de Montreal que entró en vigencia en 1989.
En los últimos años estamos viendo que hay una mejora en esa capa de ozono que va de la mano con el Protocolo de Montreal. Se está comprobando que el hombre, poniéndose de acuerdo, puede llegar a mejorar lo que el mismo hombre deterioró. Por una serie de mediciones realizadas, están comprobando con los parámetros que se tiene desde 1989, que la capa de ozono está recuperando valores, indicando que el adelgazamiento sobre la Antártida comenzó a revertirse.
Se estima que para el año 2050 debería estar en los valores previos al uso del CFC y todos los aerosoles que destruyen el ozono, lo que significa que el hombre puede alterar su comportamiento cuando nos ponemos de acuerdo, lo que tiene repercusión en el medio ambiente, sin distinción de bandera, credo, religión.
Los meteorólogos junto a los técnicos del área electrónica, están abocados a la tarea de la medición del ozono con dos métodos, óptico y químico, además de estudios complementarios de aerosoles y partículas en la atmósfera. A través del espectrofotómetro de Dobson se hace la descomposición de la luz solar que se reciben a nivel superficial, miden una longitud de un par de onda que es alterada por el ozono y otro par que no lo es y por comparación en una computadora, sale una unidad de medida que estima el ancho de la capa de ozono. A nivel internacional se considera que por debajo de 200 unidades Dobson se está dentro del agujero de ozono, lo que normalmente se da en la primavera antártica. El método químico requiere el lanzamiento de un ozonosonda a la atmósfera, un enorme globo de 2 metros de diámetro inflado con helio que toma cada segundo muestras de aire. Ese aire reacciona con una solución salina que genera una corriente transmitida por radiofrecuencia a un programa de computación, lo que permite medir la cantidad de ozono a medida que la sonda va ascendiendo hacia los 30.000 metros.
El Pabellón Científico dependiente del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), compartiendo el espacio con la Dirección Nacional del Antártico y el Laboratorio Multidisciplinario de Marambio, miden el ozono con un tercer método, el sistema Brewer automatizado.

Informe de Jorge Luis Icardi.
Fuente consultada: Telam.
1 de mayo de 2017

La Piedra de Rosseta

La Piedra de Rosetta tiene 112,3 cm de altura, 75,7 cm de ancho y 28,4 cm de espesor, mientras que su peso se estima aproximadamente en 760 kilogramos. Presenta tres inscripciones: la superior en jeroglíficos del antiguo Egipto, la central en escritura demótica egipcia y la inferior en griego antiguo.
La superficie frontal está pulida y las inscripciones ligeramente incisas en ella, los laterales están suavizados y la parte posterior está toscamente trabajada, sin duda porque no estaba a la vista en su ubicación original. La estela se describe como «una piedra de granito negro, con tres inscripciones… encontrada en Rosetta» en un catálogo moderno de los objetos descubiertos por la expedición francesa a Egipto. En algún momento después de su llegada a Londres las inscripciones de la estela fueron rellenadas con tiza blanca para hacerlas más legibles, mientras que el resto de la superficie fue cubierta por una capa de cera de carnaúba destinada a protegerla de los dedos de los visitantes, lo que le dio un color negro a la piedra, que llevó a su identificación errónea como basalto negro. Estas adiciones fueron retiradas en una limpieza que se le practicó en 1999 y que reveló el gris oscuro original, el brillo de su estructura cristalina y las vetas rosas que recorren su esquina superior izquierda.
Las comparaciones con la colección Klemm de piedras egipcias ubicada en el Museo Británico mostró su gran parecido con la roca de una pequeña cantera de granodiorita en Gebel Tingar, en la orilla occidental del Nilo y al oeste de Elefantina, en la región de Asuán, cuyas piedras de granodiorita presentan esta peculiar veta rosácea.
La piedra de Rosetta es un fragmento de una estela más grande, aunque posteriormente no se encontraron otras partes en el lugar en que fue hallada. Debido a que le faltan fragmentos, ninguno de sus textos está completo. El más dañado es el superior, escrito en jeroglífico, del que solo son visibles catorce líneas, todas interrumpidas en su lado derecho y doce de ellas incompletas en el lateral izquierdo. El siguiente registro escrito en demótico ha sobrevivido mejor, pues tiene treinta y dos líneas, catorce de las cuales están ligeramente dañadas en el lado derecho. El texto inferior en griego cuenta con cincuenta y cuatro líneas, veintisiete de ellas completas y el resto gradualmente dañadas por la rotura diagonal de la esquina inferior derecha de la estela.
La extensión completa del texto jeroglífico y el tamaño total de la estela original, de la que la Piedra de Rosetta es solo un fragmento, puede ser estimada sobre la base de la comparación con otras estelas que han perdurado, incluidas otras copias del mismo decreto. El anterior decreto de Canopo, creado en el 238 antes de Cristo, durante el reinado de Ptolomeo III, tiene 219 cm de alto y 82 de ancho, y contiene treinta y seis líneas de texto jeroglífico, setenta y tres de demótico y setenta y cuatro de griego con textos de similar longitud. Con esta comparación se puede estimar que se han perdido catorce o quince líneas del texto jeroglífico de la Piedra de Rosetta, unos 30 cm.
Además de las inscripciones, seguramente presentaba una escena que representaba al faraón presentándose a los dioses, coronada por un disco alado (Behedety) como en la estela de Canopus. Estos paralelismos, y un signo jeroglífico para «estela» en la misma piedra (O26 de la lista de Gardiner) sugieren que originalmente tenía un remate superior redondeado y que su altura alcanzaba los 149 cm. La estela fue elaborada tras la coronación de Ptolomeo V y se le inscribió un decreto que establecía el culto divino al nuevo gobernante, dictado por un congreso de sacerdotes reunidos en Menfis. La fecha que se da del mismo, «4 Xandicus» del calendario macedonio y «18 Meshir» del egipcio, se corresponde con el 27 de marzo de 196 antes de Cristo, noveno año del reinado de Ptolomeo V. Esto se confirma al producirse el nombramiento de cuatro sacerdotes que oficiaron en el mismo año: Aëtus, hijo de Aëtus, fue sacerdote del culto divino de Alejandro Magno y los cinco Ptolomeos hasta el propio Ptolomeo V. Los otros tres sacerdotes, nombrados por orden en la estela, dirigían el culto de Berenice Evergetes, esposa de Ptolomeo III, Arsínoe II Filadelfo (hermana y esposa de Ptolomeo II) y Arsínoe Filopator, madre de Ptolomeo V. Sin embargo, se da una segunda fecha en el texto griego y en el jeroglífico, correspondiente con el 27 de noviembre del 197 antes de Cristo, aniversario oficial de la coronación de Ptolomeo V. La inscripción en demótico está en contradicción con este dato, pues incluye una lista de días de marzo para el decreto y el aniversario, y aunque no se sabe el porqué de estas discrepancias, está claro que el decreto se publicó en 196 antes de Cristo y tenía la intención de restablecer el dominio de los faraones ptolemaicos sobre Egipto.
Los poderes extranjeros agravaron los problemas internos del reino de Ptolomeo. Antíoco III el Grande y Filipo V de Macedonia hicieron un pacto para dividir las posesiones ultramarinas de Egipto, pues Filipo se había apoderado de varias ciudades e islas de Tracia y Caria, mientras que la batalla de Panio (198 a. C.) había causado la transferencia de Celesiria, con Judea incluida, de los Ptolomeos a los Seléucidas. Mientras tanto, en el sur de Egipto existía una revuelta enquistada que había comenzado en el reinado de Ptolomeo IV y que estuvo liderada por Horunnefer y luego por su sucesor Anjunnefer. Tanto la guerra como la revuelta interna seguían activas cuando el joven Ptolomeo V fue oficialmente coronado en Menfis a la edad de 12 años (siete años después del inicio de su reinado tutelado) y cuando se publicó el decreto de Menfis.
La estela de Rosetta presenta ciertas similitudes con otras estelas de donación que representan al faraón gobernante concediendo una exención de impuestos a los sacerdotes residentes. Los faraones habían elaborado este tipo de estelas durante dos mil años, pues las más antiguas datan del Imperio Antiguo. Aunque en las primeras etapas estos decretos eran emitidos por el propio faraón, el decreto de Menfis fue publicado por los sacerdotes, garantes de la cultura tradicional egipcia.
El decreto deja constancia que Ptolomeo V regaló plata y grano a los templos, y que en su octavo año de reinado, durante una inundación especialmente alta del Nilo, ordenó embalsar las aguas sobrantes para beneficio de los agricultores. A cambio de estas acciones los sacerdotes elevaron plegarias en el cumpleaños del faraón; el día de coronación sería celebrado anualmente y todos los sacerdotes de Egipto le servirían junto a los otros dioses. El decreto concluye con la instrucción de que una copia fuera colocada en cada templo, inscrita con el «lenguaje de los dioses» (jeroglífico), el «lenguaje de los documentos» (demótico) y el «lenguaje de los griegos» usado por el gobierno Ptolemaico.
Asegurar el favor de la casta sacerdotal era esencial para los faraones ptolemaicos a fin de conservar un control efectivo sobre el pueblo. Los Sumos Sacerdotes de Menfis, ciudad en que fue coronado el faraón, eran particularmente poderosos por ser la máxima autoridad religiosa de la época y tener influencia en todo el reino. Dado que el decreto fue publicado en Menfis, la antigua capital de Egipto, en lugar de en Alejandría, centro de gobierno de los ptolomeos, es evidente que el joven faraón quería ganarse su apoyo activo. Por lo tanto, aunque el gobierno de Egipto había sido de habla griega desde las conquistas de Alejandro Magno, el decreto de Menfis, al igual que los dos anteriores decretos, incluyó textos en egipcio para mostrar su relevancia para el pueblo general por medio de la escritura de los sacerdotes egipcios. No existe una traducción definitiva del decreto a ninguna lengua moderna debido a las pequeñas diferencias entre los tres textos originales y a que se continúa desarrollando el conocimiento de las escrituras antiguas.

El Día Internacional del Trabajo en la Argentina

El 1° de Mayo en la Argentina

En plena zona de la Recoleta se celebró por primera vez el Día de los Trabajadores en la Argentina. Fue el 1° de mayo de 1890 y juntó a 2.000 personas, una concurrencia numerosa para la época. Al día siguiente, los asistentes se enteraron de que habían perdido su jornal “por faltar al trabajo”.
Se había constituido un comité obrero para convocar al mitin a todos los asalariados. Para eso redactaron un manifiesto en el que explicaban, que “reunidos en el Congreso de París del año anterior, los representantes de los trabajadores de diversos países resolvieron fijar el 1° de mayo de 1890 como fiesta universal de obreros, con el objeto de iniciar la propaganda en pro de la emancipación social”.
En el mitin hablaron varios oradores señalando “las deplorables condiciones de trabajo en todos los gremios” y reclamando la limitación de la jornada a ocho horas.

Las conmemoraciones del 1° de mayo se reiniciaron cuando cada fracción del movimiento obrero organizó actos en forma independiente, aunque las condiciones del medio ambiente fueron adversas.
En 1909 los hechos tomaron rasgos muy graves al atacar la policía el mitin anarquista en la plaza Lorea, provocando muertos y heridos. El dolor obrero unió a socialistas y anarquistas, y el lunes 3 el trabajo se paralizó completamente. Por ocho días se detuvo en absoluto la vida industrial y comercial de Buenos Aires en una de las actitudes más enérgicas y duraderas que registra el movimiento obrero argentino y que se conoció como la “huelga general de la semana de mayo”.
En los años sucesivos se impartieron a los obreros lecciones de “amor al país”, premiándose a los trabajadores no agremiados.
Durante los 1° de mayo se repartían ropas a los pobres, junto con catecismos “para que fueran buenos y no existieran luchas sociales”, tal como lo proclamaban los volantes de la época.

El 28 de abril de 1930, el presidente Hipólito Yrigoyen decidió instituir el 1° de mayo como “fiesta del Trabajo en todo el territorio de la Nación”, porque según los considerandos “es universalmente tradicional consagrar ese día como descanso al trabajo”. Al año siguiente hubo insistentes gestiones ante el presidente Uriburu para que autorizara los actos del 1° de mayo. Obtenido ese permiso en 1931, pudieron desfilar los socialistas con grandes carteles que decían: “Por una Argentina grande y justa, económicamente próspera y políticamente libre”.
Durante la década de los años 30 las condiciones fueron difíciles para la tradicional recordación y las manifestaciones obreras en esa fecha desfilaban por las calles.

A partir del 1° de mayo de 1947 las características variaron sustancialmente, porque fue la primera celebración bajo el gobierno peronista. se presentaban números artísticos en los que intervenían figuras populares (Hugo del Carril, Antonio Tormo, Hermanos Abalos) y tras un gran desfile de carrozas se elegía la Reina del Trabajo.
La “revolución argentina” inaugurada por el general Juan Carlos Onganía en 1966, prohibió los festejos de la conmemoración del 1° de mayo con actos públicos.

Actualmente el 1° de mayo ha dejado de ser la celebración de un grupo de rebeldes, para convertirse en una jornada de afirmación política, de lucha social, de reivindicación proletaria y también de homenaje silencioso.
Hoy existen gremios, representantes y sindicalistas que no siempre luchan por el derecho y los intereses de los trabajadores, sino por sus conveniencias individuales. Es por eso que debemos participar y hacer que se respete la dignidad de las personas que se esfuerzan por construir un país diariamente y así, hacer valer la perdurabilidad de esta fecha asegurada por más de siete décadas de historia argentina.

Prof. Alicia María Ayaviri