viernes, 7 de diciembre de 2018

LA TITANOMAQUIA.

la Titanomaquia. Fue la serie de batallas libradas durante diez años entre las dos razas de deidades muy anteriores a la existencia de la humanidad: los Titanes, luchando desde el monte Otris, y los Olímpicos, que llegarían a reinar en el monte Olimpo. Se la conoce también como la Batalla de los Titanes o la Guerra Titánica. Es confundida por algunos autores (como Ovidio) con la Gigantomaquia a pesar de las múltiples diferencias entre ambas. Los griegos de la edad clásica conocían varios poemas sobre la Titanomaquia. El principal de ellos, y el único que se ha conservado, era la Teogonía atribuida a Hesíodo. Un poema épico perdido titulado Titanomaquia y atribuído al aedo ciego, tracio Tamiris, a su vez un personaje legendario, era mencionado de pasada en el ensayo Sobre la música una vez atribuido a Plutarco. Los Titanes también jugaban un papel prominente en los poemas atribuidos a Orfeo. Aunque sólo se conservan fragmentos de los relatos órficos, revelan interesantes diferencias con la tradición hesíodica. Estos mitos griegos de la Titanomaquia caen dentro de una clase de mitos similares presentes en Europa y Oriente Próximo, donde una generación o grupo de dioses se enfrenta a los dominantes. A veces éstos son suplantados. Otras los rebeldes pierden y son totalmente apartados del poder o bien incorporados al panteón. Otros ejemplos serían las guerras de los Aesir con los Vanir y los Jotunos en la mitología escandinava, el épico Enuma Elish babilónico, la narración hitita del «Reino del Cielo» y el oscuro conflicto generacional de los fragmentos ugaritas. El marco para esta importante batalla fue creado después de que el titán más joven, Crono, derrocase a su propio padre, Urano (dios del Cielo y gobernante del universo), con la ayuda de su madre, Gea (la Tierra). Crono castró entonces a su padre, se apoderó de su trono y liberó a sus hermanos titanes, que habían sido encerrados en el Tártaro bajo el reinado tiránico y egoísta de Urano. Sin embargo, al ser usurpado su puesto, Urano profetizó que los propios hijos de Crono se rebelarían contra su gobierno igual que habían hecho él y sus hermanos. Por miedo de que sus futuros hijos se rebelasen contra él, Crono se convirtió en el terrible rey que su padre Urano había sido, y se tragaba enteros a sus hijos a medida que nacían de su esposa y hermana Rea. Sin embargo, según una leyenda arcadia recogida por el geógrafo griego Pausanias en su Descripción de Grecia, Rea logró esconder a su hijo Zeus, y en lugar de Zeus le entregó una piedra envuelta en pañales. Rea llevó a Zeus a una cueva en la isla de Creta, donde éste fue criado por los Curetes y las ninfas Adrastea e Ida. Cuando Zeus se hizo mayor, Metis dio a Crono una poción especial, que provocó que éste vomitara a los hijos que se había tragado. Zeus los llevó entonces a la rebelión contra los Titanes. Entonces los Olímpicos, guiados por Zeus, declararon la guerra a la anterior generación de deidades, los Titanes. Aquéllos incluían a Hestia, Hera, Deméter, Hades y Poseidón; e incluso a la titánide Hecate.Probablemente Estigia y sus hijos también lucharon en el bando de los Olímpicos. Además, los Hecatónquiros y los Cíclopes, que habían sido encarcelados por Crono, ayudaron a los Olímpicos. Se decía que los Hecatónquiros ayudaron a los Olímpicos arrojando enormes piedras a los Titanes, de cien en cien. Los Cíclopes ayudaron fabricando las famosas armas de Zeus, los rayos, el tridente de Poseidón y el casco de invisibilidad de Hades.Los Titanes, encabezados por Crono, incluían a Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Atlas y Menecio. Habiendo logrado por fin la victoria tras toda una década de guerra, los Olímpicos dividieron el botín entre ellos, otorgando el dominio del cielo a Zeus, el del mar a Poseidón, y el del inframundo a Hades. Procedieron entonces a encerrar a los derrotados Titanes en el Tártaro, las más hondas profundidades del inframundo. Sin embargo, dado que durante la guerra Océano y las Titánides Tea, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis, habían permanecido neutrales, no fueron castigadas por Zeus. Algunos otros titanes que no fueron encerrados en el Tártaro fueron Atlas, Crono, Epimeteo, Menecio y Prometeo. Zeus dio a Atlas un castigo diferente: Urano, el cielo, casi se había derrumbado sobre la tierra tras la guerra debido a la enorme lucha que había ocurrido bajo él, por lo que Zeus dispuso que Atlas sujetase los cielos por toda la eternidad. Epimeteo, Menecio y Prometeo cambiaron de bando y ayudaron a Zeus en la guerra, por lo que no fueron castigados. Sobre el destino de Crono existen al menos dos variantes míticas: la tradición más antigua, reflejada en ciertas fórmulas homéricas y hesiódicas supone que Crono habita en el Tártaro rodeado por el resto de los titanes. Una tradición posterior señala que Crono fue luego liberado por voluntad de Zeus, y que quedó reinando en las islas de los Bienaventurados. Esta versión queda atestiguada en una interpolación a Trabajos y algunos versos de Píndaro (Olímpica 2°). Los Hecatónquiros quedaron montando guardia sobre los prisioneros. Informe de Jorge Luis Icardi.

MORINGA.

MORINGA. Pocos han oído hablar de una planta llamada moringa. Según especialistas, puede ser considerado un descubrimiento barato y revolucionario Originario de Asia y África, el árbol de hasta 12 metros de altura funciona como cura contra la malaria y los dolores de estómago. También tiene un alto valor nutritivo, con una excelente composición de proteínas, vitaminas y sales minerales. A la moringa se le está empezando a llamar “el árbol de la vida” por sus entusiastas. Entre ellos está el doctor Howard Fisher, autor de 17 libros sobre salud, practicante de medicina natural y especialista en anti-envejecimiento. En su libro Moringa Oleifera: Magic, Myth or Miracle, el médico detalló algunos estudios científicos y descubrimientos sobre los beneficios para la salud de esta planta. Beneficios Son muchos los nutrientes, antioxidantes y antiinflamatorios que este árbol contiene. La moringa tiene tanta proteína como cualquier otra fuente animal y contiene todos los aminoácidos esenciales. También es rica en calcio, hierro, vitamina A, vitamina C, vitaminas del complejo B, potasio, omegas y zeatina, hormona vegetal que actúa contra el envejecimiento. Alrededor de 100 gramos de hojas frescas pueden suplir las necesidades diarias de calcio, cerca del 80% de las necesidades de hierro y la mitad de las proteínas necesarias. Algunos especialistas dicen que tiene capacidad alcalinizante y puede ser base para diversos tratamientos: cáncer, depresión, Alzheimer, epilepsia, diabetes, inflamaciones, obesidad, reumatismo, dengue e incluso SIDA. Investigadores concluyeron que, comparada gramo por gramo con otros productos, la moringa posee siete veces más vitamina C que la naranja, cuatro veces más vitamina A que la zanahoria, cuatro veces más calcio que la leche de vaca, tres veces más hierro que la espinaca y tres veces más potasio que el plátano. Y más: la composición de su proteína muestra un equilibrio excelente de aminoácidos esenciales. Proteína vegetal La proteína más abundante del planeta es la de origen vegetal. Sin embargo, la calidad nutricional de una proteína está relacionada a su digestibilidad y a su capacidad de satisfacer las necesidades de aminoácidos esenciales (aquellos que necesitamos ingerir porque el cuerpo no los produce) para la síntesis proteica. Esa calidad varía de acuerdo con la fuente proteica, con los tratamientos utilizados en el procesamiento del alimento y con las interacciones con otros componentes de la alimentación. La digestibilidad puede variar de acuerdo a la fuente y preparación de la proteína vegetal. Puede ser tan alta como la animal en algunos alimentos, como es el caso de la moringa. La ingestión de los aminoácidos esenciales puede ser utilizándose sólo las proteínas vegetales o con una combinación de ellas con las animales (huevos, leche y queso). Informe de JorgeLuis Icardi.

martes, 4 de diciembre de 2018

La respiración y una buena oxigenación del organismo....

 RESPIRA / IMPULSA PROCESOS DE ENERGÍA
  El respirar es una función que llevamos a cabo en forma permanente, sin tener casi conciencia de ello. Es tan esencial para nuestro organismo, que constituye una de las funciones involuntarias del sistema neurovegetativo, a fin de que nunca quede librada al azar.
  Pero, ¿cómo sucede y qué efecto produce?
  Cuando respiramos intercambiamos oxígeno (gas incoloro e inodoro que se encuentra en un 21% de la composición del aire) y dióxido de carbono (gas que desechan los tejidos, y que debe ser eliminado) entre la atmósfera y las células del cuerpo.
  Al inspirar, estamos ingresando a los pulmones una buena cantidad de aire que contiene oxígeno. Al mezclarse con el carbono y el hidrógeno que obtenemos de los alimentos, ese oxígeno produce calor y energía, esenciales para muchos procesos del organismo.
   Al espirar eliminamos el dióxido de carbono que, si se acumulara en los tejidos, alteraría muchas funciones llevando a una intoxicación.
   El proceso de la respiración tiene dos componentes:
- la respiración externa: intercambio de oxígeno y dióxido de carbono entre los alvéolos de los pulmones y la sangre pulmonar;
- la respiración interna: intercambio del oxígeno y del dióxido de carbono entre la sangre circulante y las células de los tejidos.
   Este intercambio se lleva a cabo en la red capilar del tejido alveolar. Allí se produce la transmisión de gases entre el aire de los alvéolos (unidad operativa de los pulmones) y las células sanguíneas dentro de los capilares. Estos son vasos diminutos que, en contacto con el saco alveolar a través de una membrana semipermeable, llevan las células sanguíneas cargadas de dióxido de carbono y recogen el oxígeno para llevarlo a través de las metavénulas, vénulas y venas pulmonares hacia el corazón, desde el que son bombeadas al resto del cuerpo.

   Control y beneficio
   Si bien hemos dicho que el respirar es una función automática, el hombre puede controlar momentáneamente su respiración a fin de incentivar el proceso de oxigenación del organismo. En ese sentido, las antiguas culturas orientales han dado desde siempre un inmenso valor a la educación de la respiración.
   Para poder controlarla, debemos saber algo más acerca de su funcionamiento.
   Existen dos tipos de respiración:
 - la costal, o respiración torácica.
- la diafragmática o abdominal.
   Realizamos la primera con la ayuda de los músculos intercostales externos y con otros músculos accesorios, como los esternocleidomastoideos. Es fácilmente reconocible ya que el tórax se mueve hacia arriba y afuera en la inspiración, y hacia adentro y abajo en la espiración. La respiración diafragmática se realiza por la contracción y la relajación del diafragma. Se puede ver por el movimiento del abdomen.
   El diafragma es el principal músculo responsable de la respiración. Está conectado a la pared abdominal, las vértebras lumbares, las costillas inferiores, el esternón y el pericardio del corazón por tejido tendinoso. Es un músculo delgado, que crea una división entre la cavidad torácica y la abdominal formando una estructura abovedada.
   Cuando se contrae, desciende provocando un vacío en la cavidad torácica que produce la expansión del tejido pulmonar, ingresando el aire. Cuando se relaja, el aire es expelido y los pulmones se contraen.
   Aspiramos unos 500 mililitros de aire durante una respiración normal. Pero si combinamos ambas respiraciones, la torácica y la abdominal, logramos inspiraciones más profundas, poniendo más cantidad de oxígeno a disposición del intercambio a nivel de los alvéolos.
   Esto se produce naturalmente cuando realizamos actividades aeróbicas, ya que los músculos reclaman más oxígeno que cuando estamos en reposo. Algunas actividades artísticas, como el ejecutar instrumentos de viento, provocan un efecto similar, al obligarnos a hacer inspiraciones más profundas. Al respirar más profundamente cuando el organismo no lo reclama, podemos incrementar la oxigenación logrando beneficios. Sin embargo, este proceso deberá ser controlado por un experto, ya que un exceso de oxígeno en la sangre puede provocar alteraciones, como fuertes mareos.
  Para aquellos que deseen beneficiarse con la práctica de la respiración controlada, el yoga representa una actividad muy adecuada.

  Informe: Dra. Adriana Andrada

Cuento de misterio de Silvina Ocampo:

La casa de azúcar

 Las supersticiones no dejaban vivir a Cristina. Una moneda con la efigie borrada, una mancha de tinta, la luna vista a través de dos vidrios, las iniciales de su nombre grabadas por azar sobre el tronco de un cedro la enloquecían de temor. Cuando nos conocimos llevaba puesto un vestido verde, que siguió usando hasta que se rompió, pues me dijo que le traía suerte y que en cuanto se ponía otro, azul, que le sentaba mejor, no nos veíamos. Traté de combatir estas manías absurdas. Le hice notar que tenía un espejo roto en su cuarto y que por más que yo le insistiera en la conveniencia de tirar los espejos rotos al agua, en una noche de luna, para quitarse la mala suerte, lo guardaba; que jamás temió que la luz de la casa bruscamente se apagara, y a pesar de que fuera un anuncio seguro de muerte, encendía con tranquilidad cualquier número de velas; que siempre dejaba sobre la cama el sombrero, error en que nadie incurría. Sus temores eran personales. Se infligía verdaderas privaciones; por ejemplo: no podía comprar frutillas en el mes de diciembre, ni oír determinadas músicas, ni adornar la casa con peces rojos, que tanto le gustaban. Había ciertas calles que no podíamos cruzar, ciertas personas, ciertos cinematógrafos que no podíamos frecuentar. Al principio de nuestra relación, esta supersticiones me parecieron encantadoras, pero después empezaron fastidiarme y a preocuparme seriamente. Cuando nos comprometimos tuvimos que buscar un departamento nuevo, pues, según sus creencias, el destino de los ocupantes anteriores influiría sobre su vida (en ningún momento mencionaba la mía, como si el peligro la amenazara sólo a ella y nuestras vidas no estuvieran unidas por el amor). Recorrimos todos los barrios de la ciudad; llegamos a los suburbios más alejados, en busca de un departamento que nadie hubiera habitado: todos estaban alquilados o vendidos. Por fin encontré una casita en la calle Montes de Oca, que parecía de azúcar. Su blancura brillaba con extraordinaria luminosidad. Tenía teléfono y, en el frente, un diminuto jardín. Pensé que esa casa era recién construida, pero me enteré de que en 1930 la había ocupado una familia, y que después, para alquilarla, el propietario le había hecho algunos arreglos. Tuve que hacer creer a Cristina que nadie había vivido en la casa y que era el lugar ideal: la casa de nuestros sueños. Cuando Cristina la vio, exclamó:
–¡Qué diferente de los departamentos que hemos vivido! Aquí se respira olor a limpio. Nadie podrá influir en nuestras vidas y ensuciarlas con sus pensamientos que envician el aire.
 En pocos días nos casamos y nos instalamos allí. Mis suegros nos regalaron los muebles del dormitorio y mis padres los del comedor. El resto de la casa la amueblaríamos de a poco. Yo temía que, por los vecinos, Cristina se enterara de mi mentira, pero felizmente hacía sus compras fuera del barrio y jamás conversaba con ellos. Éramos felices, tan felices que a veces me daba miedo. Parecía que la tranquilidad nunca se rompería en aquella casa de azúcar, hasta que un llamado telefónico destruyó mi ilusión. Felizmente Cristina no atendió aquella vez al teléfono, pero quizá lo atendiera en una oportunidad análoga. La persona que llamaba preguntó por la señora Violeta: indudablemente se trataba de la inquilina anterior. Si Cristina se enteraba de que yo la había engañado, nuestra felicidad seguramente concluiría: no me hablaría más, pediría nuestro divorcio, y en el mejor de los casos tendríamos que dejar la casa para irnos a vivir, tal vez, a Villa Urquiza, tal vez a Quilmes, de pensionistas en alguna de las casas donde nos prometieron darnos un lugarcito para construir ¿con qué? (con basura, pues con mejores materiales no me alcanzaría el dinero) un cuarto y una cocina. Durante la noche yo tenía cuidado de descolgar el tubo, para que ningún llamado inoportuno nos despertara. Coloqué un buzón en la puerta de calle; fui el depositario de la llave, el distribuidor de cartas.
 Una mañana temprano golpearon a la puerta y alguien dejó un paquete. Desde mi cuarto oí que mi mujer protestaba, luego oí el ruido del papel estrujado. Bajé la escalera y encontré a Cristina con un vestido de terciopelo entre los brazos.
–Acaban de traerme este vestido –me dijo con entusiasmo.
 Subió corriendo las escaleras y se puso el vestido, que era muy escotado.
–¿Cuándo te lo mandaste a hacer?
–Hace tiempo. ¿Me queda bien? Lo usaré cuando tengamos que ir al teatro, ¿no te parece?
–¿Con qué dinero lo pagaste?
–Mamá me regaló unos pesos.
 Me pareció raro, pero no le dije nada, para no ofenderla.
 Nos queríamos con locura. Pero mi inquietud comenzó a molestarme, hasta para abrazar a Cristina por la noche. Advertí que su carácter había cambiado: de alegre se convirtió en triste, de comunicativa en reservada, de tranquila en nerviosa. No tenía apetito. Ya no preparaba esos ricos postres, un poco pesados, a base de cremas batidas y de chocolate, que me agradaban, ni adornaba periódicamente la casa con volantes de nylon, en las tapas de la letrina, en las repisas del comedor, en los armarios, en todas partes como era su costumbre. Ya no me esperaba con vainillas a la hora del té, ni tenía ganas de ir a teatro o al cinematógrafo de noche, ni siquiera cuando nos mandaban entradas de regalo. Una tarde entró un perro en el jardín y se acostó frente a la puerta de calle, aullando. Cristina le dio carne y le dio de beber y, después de un baño, que le cambió el color de pelo, declaró que le daría hospitalidad y que lo bautizaría con el nombre Amor, porque llegaba a nuestra casa en un momento de verdadero amor. El perro tenía el paladar negro, lo que indica pureza de raza.

EL CHOCLO - FOR EVER TANGO