domingo, 28 de noviembre de 2021

La pequeña planta

Teresa se levantaba todas las mañanas y lo primero que hacía era ir a ver la plantita que tenía en la ventana de la  cocina. Le ponía agua, removía la tierra, lustraba sus hojas, pero la plantita no se ponía linda, sino al contrario, cada vez estaba más amarilla y caída. Lo comentó con las vecinas y una le dijo que tenía que hablar a su planta. Desde entonces agregó largas conversaciones a la rutina diaria del cuidado; ¡hasta llegó a explicarle las recetas de la comida que preparaba! Pero nada    El almacenero le dijo que tenía que poner media aspirina en la tierra, y también lo hizo. Por fin, se dio por vencida, la puso en el rincón más alejado del patio y, con el tiempo se olvidó que estaba ahí. Se fue de vacaciones, pasaron varios días y, a la vuelta, encontró una hermosa planta en el lugar donde había dejado la plantita medio muerta. Como una vecina había regado sus plantas y le había dado de comer al gato, ella creyó que se trataba de un regalito, que había dejado esta señora.

    Pero, al mirar bien, reconoció el masetero y el inconfundible tallo de su vieja plantita. Comprendió algo muy importante: no se trataba de identificar los cuidados, ni de hablar, ni de poner aspirinas…se trataba de que la planta estuviera en el lugar apropiado donde crecer.

     El lugar de esa plantita no era donde ella quería sino en el rincón alejado del patío que, aunque no era de su gusto, es lo que la planta necesitaba.

 

    Para ser capaz de dar la libertad a los hijos, a los alumnos, a los empleados, o a cualquier persona que dependa de uno,, esa mentalidad hay que cultivarla desde pequeño; difícilmente puede aprender algo tan importante cuando uno ya tiene su vida hecha.

                                                                   

                                   Autores: María Inés Casalá y Juan Carlos Pisano.

      

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