jueves, 18 de noviembre de 2021

La historia de Latif

Latif era el pordiosero más pobre de la ciudad, dormía cada noche en el zaguán de una casa diferente. Sin embargo, era considerado el hombre más sabio del pueblo.
Una mañana el rey apareció en la plaza, y hasta que tropezó con Latif sus súbditos le contaron de él. El rey, divertido, se acercó al mendigo y le dijo: "Si me contestas una pregunta, te doy esta moneda de oro".
"¿Cuál es tu pregunta?" fue la respuesta  de Latif, y el rey se sintió desafiado. Entonces, se despachó con una cuestión que hacía días lo angustiaba y que no podía resolver. La respuesta de Latif fue justa y creativa. El rey se sorprendió y dejó su moneda a los pies del mendigo.
Al día siguiente, el rey volvió y le hizo otra pregunta, siendo otra vez contestada rápida y sabiamente por Latif.
"Latif, te necesito" le dijo el rey, "Te pido que vengas a mi palacio y seas mi asesor. Te prometo que no te faltará nada" juró el mismo.
Latif aceptó su propuesta. Durante las siguientes semanas, las consultas del rey se hicieron habituales. Obviamente, esto desencadenó los celos de todos los cortesanos. Un día todos los demás asesores pidieron audiencia al rey y le dijeron:
"Tu "amigo" Latif, como tú le llamas, está conspirando para derrocarte".
"No puede ser, no lo creo" dijo el rey.
"Puedes confirmarlo con tus propios ojos" replicaron los demás.
El rey se sintió defraudado y dolido por lo que debía confirmar esas versiones. Esa tarde, a las cinco, aguardaba oculto en el recodo de una escalera. Desde allí vio cómo, en efecto, Latif llegaba a la puerta, miraba hacia los lados y con la llave que colgaba de su cuello, abría la puerta de madera y se escabullía sigilosamente dentro del cuarto.
"¿Lo visteis?" gritaron los cortesanos. Seguido de su guardia personal, el monarca golpeó la puerta.
"¿Quién es?" preguntó Latif desde adentro.
"Soy yo, el rey" dijo el soberano. "ábreme".
Latif abrió la puerta. No había nadie salvo él, Ninguna puerta, o ventana, ninguna puerta secreta, ningún mueble que permitiera ocultar a alguien. Sólo había en el piso un plato de madera desgastado, en un rincón una vara de caminante y en el centro de la pieza una túnica raída colgando de un gancho en el techo.
"¿Estás conspirando contra mí, Latif? ¿Cómo se te ocurre?" interrogó el monarca.
"Majestad..." dijo Latif. "De ninguna forma, ¿Por qué lo haría?".
"Pues vienes aquí cada tarde en secreto. ¿Qué es lo que buscas si no te ves con nadie? ¿Para qué vienes a este cuchitril a escondidas?".
Latif sonrió y se acercó a la túnica rotosa que pendía del techo, la acarició y le dijo al rey: "Hace seis meses, cuando llegué a tu castillo, lo único que tenía eran esta túnica, este plato y esta vara de madera. Ahora me siento tan cómodo con la ropa que visto, es tan confortable la cama en la que duermo, es tan halagador el respeto que me das y tan fascinante el poder que regala mi lugar a tu lado... Que vengo cada día para estar seguro de una sola cosa, no olvidar nunca quién soy ni de dónde vine".

    Cuento anónimo.     

1 comentario: