El castillo medieval irrumpe como una impactante rareza
en el paisaje de avenida Pavón al 3900, donde Boedo aún conserva el pulso de
barrio de casas bajas y talleres. Portón de madera maciza, almenas, aberturas
de arco ojival, una torre coronando las tres plantas. Parece una escenografía
de Game of Thrones injertada entre dos viviendas particulares, pero lo que
es, en verdad, tiene magia propia y una leyenda que merece ser contada.
Es el castillo que Roberto Sánchez, Sandro, diseñó y
mandó a construir en los años ochenta, que albergó sus oficinas porteñas, que
fue ocupado ilegalmente
y vandalizado, y que ahora será reabierto como centro de
actividades culturales.
La propuesta incluye un bar temático donde se exhibirán
objetos originales
del legendario Gitano.
La inauguración será este sábado 26 de octubre, a las 15.
Asistirá Olga Garaventa, la viuda de Sandro, y el ministro porteño de Cultura,
Enrique Avogadro, quien descubrirá la placa que declara al edificio como
sitio de interés cultural para la Ciudad.
Había una vez…
La leyenda dice que todo empezó cuando Sandro volvía en
auto luego de dar un recital. Era una impresionante noche de luna
llena. Estacionó en la avenida
Pavón, entre las calles Quintino Bocayuva y Castro, se
bajó y les dijo a sus acompañantes que allí, en esa cuadra, se imaginaba un
castillo resplandeciendo bajo la misma luz que plateaba la arboleda del barrio.
Lo cierto es que, en 1980, Roberto Sánchez compró una
propiedad ubicada en Pavón 3939, originalmente una casa chorizo con 8,66 metros
de frente por 60
de fondo.
Según cuenta su biógrafa, Graciela Guiñazú, autora de
Sandro de América (Editorial Planeta, 2017), "se había propuesto construir
el mejor estudio de grabación
que existiese desde el Río Grande para abajo". Su
fantasía era que lo inaugurara Tina Turner.
Ordenó la demolición completa y él mismo hizo los planos
del nuevo proyecto, aunque su vocación por el dibujo se había limitado, hasta
entonces, a bocetos de vestuarios y coreografías.
Roberto no tenía conocimientos específicos y sólo había
completado la escuela primaria, pero leyó libros de Arquitectura, se sentó
frente a un tablero de diseño y empezó a tirar líneas. “Todo lo que le
interesaba lo aprendía y lo desarrollaba como si fuera una canción”, apunta
Guiñazú.
Los planos, diseñados por Sandro pero supervisados y
firmados por un arquitecto, fueron aprobados el 27 de noviembre de 1985.
"Todos quieren tener un castillo
y yo me hice uno en Boedo", decía.
La construcción demoró unos doce años y el proyecto
sobrevivió a las inestabilidades económicas de un país no apto para soñadores.
Pero estamos hablando de la Argentina, que siempre, de alguna manera u otra,
impone su cuota de desaliento.
Con la obra terminada, ya en la Convertibilidad, Roberto
Sánchez se dio cuenta de que le resultaba más barato ir a grabar a los Estados
Unidos que hacerlo acá, por lo que el castillo fue destinado solamente a
oficinas (suyas y de su manager Aldo Aresi) y a depósito de instrumentos,
equipos musicales y escenografías.
A principios de los noventa, una vecina de Boedo, Olga
Garaventa, tuvo que salir a limpiar casas para sostener la economía de su
familia. Rosita, la dueña de un kiosco, la sugirió que fuera al castillo de Pavón
al 3900 porque estaban buscando personal de maestranza.
Olga se entrevistó con Aldo Aresi, quien la recibió con
una advertencia: “¿Usted sabe de quién es este edificio, verdad? Por eso no nos
gustaría contratar a una fanática”. La mujer tranquilizó al manager, negó
ser una de las clásicas “nenas” del cantante y fue contratada.
Sandro conoció a Olga entre las paredes blancas del
castillo. “La primera vez que me habló, se me paralizó el corazón”, confesó
ella años después. Allí se enamoraron. Allí, un 23 de diciembre de 2004, se
dieron el primer beso. Se casaron el 13 de abril de 2007.
El presente
La mano de Sandro está detrás de todo lo que se ve en este edificio de 957 metros cuadrados cubiertos: las arañas, los faroles y los enrejados de hierro macizo, los arcos entre góticos y moriscos, los vitrales. El frente es tal cual cómo él lo dibujó, primero en 1985, y luego en 1987, cuando decidió agregar una planta más.
Pero también hay objetos que refieren tanto a su historia personal como a su carrera artística. En la planta baja del castillo funciona un bar-museo, donde
se pueden ver, entre otras cosas, parte de la
escenografía del show El hombre de la rosa (2001), el látigo de la película
Embrujo de amor (1970), la bata
de seda que vestía cuando saludó a sus fans durante su
internación en el Instituto del Diagnóstico, el retrato que le hizo Aldo Sessa,
instrumentos musicales,
su vaso de whisky preferido, la copa con la que tomaba su religioso Martini de las cinco de la tarde y el cáliz y la bandera argentina que utilizaba en algunos de sus conciertos.
En 2007, Sandro le cedió el castillo a unos conocidos con el compromiso de que lo usaran para montar una academia de música para chicos. “Sin firmar ni un solo papel, de palabra, como le gustaba a él”, cuenta Luis Ortiz, director del nuevo centro cultural.
Lo que podía salir mal, salió mal: los ocupantes de entonces no cumplieron con su palabra (hicieron un salón de fiestas), dejaron de pagar y comenzó un lento proceso de deterioro que recién terminó con el desalojo por orden judicial en 2014.
Pablo Ferraudi, hijo de Olga Garaventa, y Ortiz, titular de la Escuela de Vinos de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), se asociaron para poner en valor el edificio y para desarrollar el nuevo proyecto, que se llama Centro de las Artes y Viticultura de la Argentina (CAVA).
Ortiz cuenta que en CAVA habrá catas de vino y whisky, se dictarán talleres de novela y literatura japonesa dados por Martín Sancia Kawamichi, cursos de comedia musical dictados por José Ángel Trelles, y de diseño de juguetes y ropa con material reciclado a cargo de José Otero.
Además, funcionará la Diplomatura en Aplicación de las Artes en la Industria del Vino, de la UAI, y se desarrollarán muestras de arte bajo la curaduría de Luján Baudino.
En el castillo de Boedo, aquel sueño nacido en una noche
de luna llena, nunca llegó a cantar Tina Turner, pero poco importa frente
al legado de Sandro, que se respira junto al aire en cada uno de sus rincones.
Artículo
NewsleClarín
No hay comentarios:
Publicar un comentario