sábado, 27 de octubre de 2018

COMOLUCHAR CONTRA LA PROCRASTINACIÓN.

Cómo luchar contra la procrastinación, ese mal de nuestro tiempo. Hace rato que pasó fin de año y seguramente en ese tiempo comenzaron a esfumarse nuestras resoluciones para cambiar esto y aquello en nuestra vida. Ni qué hablar de las listas de trabajo que se nos acumulan día tras día con la promesa de que por fin vamos a cumplir plazos y objetivos. Pero no: no los cumplimos y caemos una y otra vez en la famosa procrastinación que, como todo latino sabe, viene de pro (hacia) y cras o crastinus (mañana). ¿Será que la ciencia puede ayudarnos frente a este mal de nuestros tiempos? Al menos la procrastinación es un objeto de estudio de la psicología, que la define como "retrasar voluntariamente un curso de acción prefijado pese a la expectativa de que este retraso puede traer consecuencias negativas". Muchas palabras para lo que todos conocemos. Se la ha asociado con el estrés y la ansiedad, con la impulsividad, con dificultades en la búsqueda de una buena salud (sí, tendría que seguir el tratamiento, pero.) y, claro, con ejemplos clásicos como dieta, ejercicio y estudio. Se estima que un quinto de la población adulta procrastina (yo procrastino, tú procrastinas, él procrastina.), pero esta cifra asciende a un 50% en el caso de los estudiantes. También se ha reportado que el número de procrastinadores va en aumento, lo cual al menos es buena noticia para no sentirnos tan solos. Ya en la década de 1980 se presentaron las primeras escalas de procrastinación, con tópicos deliciosos como me cuesta mucho tomar decisiones, o suelo retrasar el comienzo del trabajo que tengo para hacer. Pueden encontrar algunos tests y bastante bibliografía en el sitio procrastinus.com No está muy claro si este comportamiento nos viene de fábrica. Si bien se relaciona con factores que tienen bases genéticas, un estudio reciente arrojó una muy baja correlación al comparar gemelos idénticos australianos. En otras palabras: que uno de los gemelos fuera un perfecto procrastinador tiene algo -pero poco- que ver con que el otro también lo sea. Investigadores de la escuela de negocios de Harvard han estudiado cómo el efecto de la gratificación instantánea es el mejor aliado para retrasar nuestras acciones. No es nada nuevo: ya Juan del Encina en el siglo XVI nos proponía: "Hoy comamos y bebamos hasta que nos reventemos, que mañana ayunaremos". Uno de los casos de estudio en Harvard es el de la medicina preventiva, con el clásico ejemplo de la colonoscopía: está indicada como de rutina a partir de los 50 años, pero siempre encontramos algo mejor que hacer en lugar de pedir el maldito turno. Piers Steel, autor del libro La ecuación de la procrastinación, explica que a la hora de tomar decisiones hay una especie de pelea entre los sistemas más emocionales del cerebro y los que tienen que ver con las funciones ejecutivas y el planeamiento a largo plazo: impulsos versus razón. Propone reducir el número de compromisos a realizar de manera de enfocarse mejor en las tareas. Otra estrategia es no comenzar por las primeras tareas de la lista, sino por alguna que ande por la mitad del papel. Otros consejos bastante obvios son sencillos: ser ordenado o compartir con otros -incluso en redes sociales- las metas que pretendemos (aunque de esto último hay resultados contradictorios). Al menos así tenemos testigos de nuestros éxitos y falencias. Una de las recomendaciones más interesantes para el antiprocrastinador es moverse por un rato. Sí: dejar el escritorio o la oficina y salir a dar una vuelta o hacer algo de ejercicio por 20 minutos: se ha demostrado que a la vuelta vamos a tender a cumplir con lo previsto mucho más que si nos quedamos en Babia o haciendo zapping. Y las fechas límite son siempre relativas: se ha demostrado que el mes en que ocurran, en relación con las vacaciones o a fin de año, influye muchísimo en cuánto podamos cumplirlas. En fin, sé que debo seguir con esta columna, pero. no pasa nada si la dejo para dentro de un par de semanas, ¿verdad? Sé que ustedes sabrán comprender. Informe de Jorge Luis Icardi. Cómo luchar contra la procrastinación, ese mal de nuestro tiempo. Hace rato que pasó fin de año y seguramente en ese tiempo comenzaron a esfumarse nuestras resoluciones para cambiar esto y aquello en nuestra vida. Ni qué hablar de las listas de trabajo que se nos acumulan día tras día con la promesa de que por fin vamos a cumplir plazos y objetivos. Pero no: no los cumplimos y caemos una y otra vez en la famosa procrastinación que, como todo latino sabe, viene de pro (hacia) y cras o crastinus (mañana). ¿Será que la ciencia puede ayudarnos frente a este mal de nuestros tiempos? Al menos la procrastinación es un objeto de estudio de la psicología, que la define como "retrasar voluntariamente un curso de acción prefijado pese a la expectativa de que este retraso puede traer consecuencias negativas". Muchas palabras para lo que todos conocemos. Se la ha asociado con el estrés y la ansiedad, con la impulsividad, con dificultades en la búsqueda de una buena salud (sí, tendría que seguir el tratamiento, pero.) y, claro, con ejemplos clásicos como dieta, ejercicio y estudio. Se estima que un quinto de la población adulta procrastina (yo procrastino, tú procrastinas, él procrastina.), pero esta cifra asciende a un 50% en el caso de los estudiantes. También se ha reportado que el número de procrastinadores va en aumento, lo cual al menos es buena noticia para no sentirnos tan solos. Ya en la década de 1980 se presentaron las primeras escalas de procrastinación, con tópicos deliciosos como me cuesta mucho tomar decisiones, o suelo retrasar el comienzo del trabajo que tengo para hacer. Pueden encontrar algunos tests y bastante bibliografía en el sitio procrastinus.com No está muy claro si este comportamiento nos viene de fábrica. Si bien se relaciona con factores que tienen bases genéticas, un estudio reciente arrojó una muy baja correlación al comparar gemelos idénticos australianos. En otras palabras: que uno de los gemelos fuera un perfecto procrastinador tiene algo -pero poco- que ver con que el otro también lo sea. Investigadores de la escuela de negocios de Harvard han estudiado cómo el efecto de la gratificación instantánea es el mejor aliado para retrasar nuestras acciones. No es nada nuevo: ya Juan del Encina en el siglo XVI nos proponía: "Hoy comamos y bebamos hasta que nos reventemos, que mañana ayunaremos". Uno de los casos de estudio en Harvard es el de la medicina preventiva, con el clásico ejemplo de la colonoscopía: está indicada como de rutina a partir de los 50 años, pero siempre encontramos algo mejor que hacer en lugar de pedir el maldito turno. Piers Steel, autor del libro La ecuación de la procrastinación, explica que a la hora de tomar decisiones hay una especie de pelea entre los sistemas más emocionales del cerebro y los que tienen que ver con las funciones ejecutivas y el planeamiento a largo plazo: impulsos versus razón. Propone reducir el número de compromisos a realizar de manera de enfocarse mejor en las tareas. Otra estrategia es no comenzar por las primeras tareas de la lista, sino por alguna que ande por la mitad del papel. Otros consejos bastante obvios son sencillos: ser ordenado o compartir con otros -incluso en redes sociales- las metas que pretendemos (aunque de esto último hay resultados contradictorios). Al menos así tenemos testigos de nuestros éxitos y falencias. Una de las recomendaciones más interesantes para el antiprocrastinador es moverse por un rato. Sí: dejar el escritorio o la oficina y salir a dar una vuelta o hacer algo de ejercicio por 20 minutos: se ha demostrado que a la vuelta vamos a tender a cumplir con lo previsto mucho más que si nos quedamos en Babia o haciendo zapping. Y las fechas límite son siempre relativas: se ha demostrado que el mes en que ocurran, en relación con las vacaciones o a fin de año, influye muchísimo en cuánto podamos cumplirlas. En fin, sé que debo seguir con esta columna, pero. no pasa nada si la dejo para dentro de un par de semanas, ¿verdad? Sé que ustedes sabrán comprender. Informe de Jorge Luis Icardi.

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