sábado, 27 de octubre de 2018

CIENCIA FELINA.

Ciencia felina. O cómo los gatos también son los mejores amigos del hombre. Lo sabemos: son extraterrestres, vienen del espacio exterior y dominarán el mundo. Están entre nosotros desde hace tiempo, ocupando nuestras camas y nuestras alfombras. Y, sobre todo, tienen toda una ciencia a cuestas. Sí: la ciencia de los gatos. Uno de los misterios de la vida felina es su imparable amor por las cajas: les resultan irresistibles y no pueden verlas sin desear estar dentro. ¿Será que les sale el salvaje que llevan en su interior y la usan como escondite para sorprender a sus presas? No necesariamente; las investigaciones indican que un entorno cerrado (como el de las cajas) disminuye mucho los niveles de estrés en los gatos y hasta les mejora las interacciones futuras con otros gatos o incluso con esos otros bichos bobos, los humanos. Pero no sólo de cajas viven los gatos: podemos encontrarlos en la bañera (vacía, claro), en bolsas, cajones y hasta en zapatos. Así como les encanta el calor (parece ser que sus preferencias están por encima de los 30°C), además de dormir al sol, un buen refugio cerrado les puede brindar una temperatura de lo más agradable. Si bien la de las cajas no es una tecnología muy compleja, si de gatos tecnológicos hablamos, nada mejor que equiparlos con un collar detector de redes de Wi-Fi; sí, los hay, y parece que mientras Fido hace su paseo nocturno puede trazar un mapa de los modems y routers de los vecinos. Tampoco son grandes conversadores. Al menos, no parecen entender cuando les gritamos por estar arañando nuestro sillón favorito. No pueden entender y relacionar el grito con el arañazo. Nos ven como un mono gigante que sólo está agrediéndolos porque se les da la gana, justo mientras están en una actividad típicamente felina. Funciona más la recompensa por lo que queremos que haga que el castigo por lo que no queremos que haga. Otras veces se ponen a masticar lo que haya a mano (o a pata), igual que un bebe: sí, igualito, porque es una forma de explorar, de divertirse y, si son cachorros, porque les están creciendo los dientes. Bichos raros, los gatos: su lengua captura rápidamente el agua o la leche, tan rápido que nuestros ojos no se dan cuenta. Y tienen más vértebras en la parte media de la columna que los humanos, lo que da una gran aceleración. Como nuestros bebes, los gatitos suelen nacer con ojos azules, que después cambian a su color definitivo. Y cuando chillan por la noche en los tejados, pueden tener una buena razón: el sexo. Sí, al menos para la hembra puede no ser nada divertido, ya que el pene gatuno tiene pinches que lastiman la vagina de su compañera (que aun así es estimulada a liberar una hormona que ayuda a madurar a los óvulos). Pero lo más lindo (y no menos científico) es, sin duda, cómo nos demuestran su amor. Una de las señales comunes de afecto es cuando agachan la cabeza y la chocan contra nosotros, garantía de placer para ambos. O pueden restregarnos sus mejillas, una forma de decir este es mío, ya que nos impregna con secreciones de sus glándulas. Una señal más obvia es, directamente, que nos miren a los ojos: es una demostración de confianza. La cola es un buen termómetro de su estado de ánimo: erizada o ancha de más significa estrés, pero levantada ligeramente e, incluso, moviendo sólo la punta mientras se acerca a nosotros. eso es amor, amigos. Si se sienta encima nuestro, y hasta nos clava suavemente las uñas, habrá que aguantarlo estoicamente, como hacemos con nuestros mejores amigos cuando se ponen cargosos. Y aunque no nos hable, su ronroneo es señal de placer y de que está todo bien entre nosotros. Hay más pruebas de amor: lamernos (sobre todo el pelo o las orejas) es algo reservado sólo a los gatos más cercanos, y es un honor ser incluidos en tal categoría. Y si comparten una presa con nosotros, ¡que viva la amistad! Homo sapiens y Felis silvestres gatus, un solo corazón (científico). Apostillas del Licenciado JLI. Ciencia felina. O cómo los gatos también son los mejores amigos del hombre. Lo sabemos: son extraterrestres, vienen del espacio exterior y dominarán el mundo. Están entre nosotros desde hace tiempo, ocupando nuestras camas y nuestras alfombras. Y, sobre todo, tienen toda una ciencia a cuestas. Sí: la ciencia de los gatos. Uno de los misterios de la vida felina es su imparable amor por las cajas: les resultan irresistibles y no pueden verlas sin desear estar dentro. ¿Será que les sale el salvaje que llevan en su interior y la usan como escondite para sorprender a sus presas? No necesariamente; las investigaciones indican que un entorno cerrado (como el de las cajas) disminuye mucho los niveles de estrés en los gatos y hasta les mejora las interacciones futuras con otros gatos o incluso con esos otros bichos bobos, los humanos. Pero no sólo de cajas viven los gatos: podemos encontrarlos en la bañera (vacía, claro), en bolsas, cajones y hasta en zapatos. Así como les encanta el calor (parece ser que sus preferencias están por encima de los 30°C), además de dormir al sol, un buen refugio cerrado les puede brindar una temperatura de lo más agradable. Si bien la de las cajas no es una tecnología muy compleja, si de gatos tecnológicos hablamos, nada mejor que equiparlos con un collar detector de redes de Wi-Fi; sí, los hay, y parece que mientras Fido hace su paseo nocturno puede trazar un mapa de los modems y routers de los vecinos. Tampoco son grandes conversadores. Al menos, no parecen entender cuando les gritamos por estar arañando nuestro sillón favorito. No pueden entender y relacionar el grito con el arañazo. Nos ven como un mono gigante que sólo está agrediéndolos porque se les da la gana, justo mientras están en una actividad típicamente felina. Funciona más la recompensa por lo que queremos que haga que el castigo por lo que no queremos que haga. Otras veces se ponen a masticar lo que haya a mano (o a pata), igual que un bebe: sí, igualito, porque es una forma de explorar, de divertirse y, si son cachorros, porque les están creciendo los dientes. Bichos raros, los gatos: su lengua captura rápidamente el agua o la leche, tan rápido que nuestros ojos no se dan cuenta. Y tienen más vértebras en la parte media de la columna que los humanos, lo que da una gran aceleración. Como nuestros bebes, los gatitos suelen nacer con ojos azules, que después cambian a su color definitivo. Y cuando chillan por la noche en los tejados, pueden tener una buena razón: el sexo. Sí, al menos para la hembra puede no ser nada divertido, ya que el pene gatuno tiene pinches que lastiman la vagina de su compañera (que aun así es estimulada a liberar una hormona que ayuda a madurar a los óvulos). Pero lo más lindo (y no menos científico) es, sin duda, cómo nos demuestran su amor. Una de las señales comunes de afecto es cuando agachan la cabeza y la chocan contra nosotros, garantía de placer para ambos. O pueden restregarnos sus mejillas, una forma de decir este es mío, ya que nos impregna con secreciones de sus glándulas. Una señal más obvia es, directamente, que nos miren a los ojos: es una demostración de confianza. La cola es un buen termómetro de su estado de ánimo: erizada o ancha de más significa estrés, pero levantada ligeramente e, incluso, moviendo sólo la punta mientras se acerca a nosotros. eso es amor, amigos. Si se sienta encima nuestro, y hasta nos clava suavemente las uñas, habrá que aguantarlo estoicamente, como hacemos con nuestros mejores amigos cuando se ponen cargosos. Y aunque no nos hable, su ronroneo es señal de placer y de que está todo bien entre nosotros. Hay más pruebas de amor: lamernos (sobre todo el pelo o las orejas) es algo reservado sólo a los gatos más cercanos, y es un honor ser incluidos en tal categoría. Y si comparten una presa con nosotros, ¡que viva la amistad! Homo sapiens y Felis silvestres gatus, un solo corazón (científico). Apostillas del Licenciado JLI.

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