Síntesis de la Historia Argentina (Siglo XVI al Siglo XX)
Década infame (1930-1943)
El 6 de septiembre de 1930 los generales José Félix Uriburu
y Agustín P. Justo encabezaron un golpe de estado, apoyado por grupos políticos
conservadores, y expulsaron del gobierno a Yrigoyen, inaugurando un período en
el que volvió el fraude electoral y la exclusión política de las mayorías. En
1933 se firmó el Pacto Roca-Runciman con Inglaterra, que aumentó enormemente la
dependencia Argentina con ese país. Se sucedieron los gobiernos conservadores
(el general Uriburu, entre 1930 y 1932; el general Justo, entre 1932 y 38;
Roberto Ortiz, entre 1938 y 1942, y Ramón Castillo, entre 1942 y 1943), que se
desentendieron de los padecimientos de los sectores populares y beneficiaron
con sus políticas a los grupos y familias más poderosas del país.
Ascenso y auge del peronismo (1943-1955)
En 1943 un grupo de militares nacionalistas dio un golpe de
estado y derrocó al presidente Castillo. Dentro de este grupo se destacó el
coronel Juan Domingo Perón, quien, desde la secretaría de Trabajo y Previsión,
llevó adelante una política tendiente a mejorar la legislación laboral y social
(vacaciones pagas, jubilaciones, tribunales de trabajo). El apoyo popular a
Perón lo condujo al gobierno en las elecciones de 1946. Durante sus dos
presidencias (1946-1952 y 1952-1955) Perón, que ejerció el poder limitando el
accionar de la oposición y censurando a la prensa, impulsó una política que
combinaba el impulso de la industria, el empleo, las comunicaciones y los transportes,
con la acción social desarrollada por Eva Perón a través de la construcción de
hospitales, escuelas, hogares para niños y ancianos, y ayuda económica para los
más pobres.
“Revolución libertadora” (1955-1958)
En 1955 un golpe militar con amplio apoyo político y social
derrocó a Perón, quien marchó al exilio. Tras el breve interregno de Lonardi,
militar de corte nacionalista y católico, un nuevo golpe de comando puso al
Ejército, representado por Pedro Eugenio Aramburu, y a la Marina, representada
por Isaac Rojas, a la cabeza de un gobierno, cuyo objetivo medular era eliminar
al peronismo de la vida nacional, apuntando fundamentalmente al movimiento
obrero. El decreto 4161 y los fusilamientos de junio de 1956, máxima expresión
de la reacción, se combinaron con la reforma de la constitución (1957) y la
implementación de un proyecto económico liberal
ideado por Raúl Prebisch, que buscaba desmontar el modelo peronista y
lograr la “estabilización” económica con el respaldo del FMI. En este marco de
violenta persecución, comenzó la denominada “resistencia peronista”, que se
extendió también a numerosos sectores populares no peronistas. No sin oposición
interna, el régimen militar concedió una apertura electoral que creyó controlar
y que dio paso al período de las democracias condicionadas encabezadas por
gobiernos radicales.
Frondizi e Illia (1958-1966)
En 1958 el líder de la Unión Cívica Radical Intransigente,
Arturo Frondizi, llegó al gobierno tras sellar una alianza con Perón. Sin
embargo, su política desarrollista, llevada a cabo mediante la contratación de
empresas extranjeras para la extracción de petróleo y la gestión de un crédito
del FMI, condicionado a la implementación de medidas liberales, no tardaron en
granjearle la hostilidad del peronismo. Para hacer frente a las manifestaciones
de descontento, el gobierno puso en marcha el “plan Conintes”, que otorgó al
Ejército la facultad de arrestar, detener e interrogar a gremialistas y
opositores. Su política exterior y el triunfo del peronismo en las elecciones
de 1962 precipitaron un nuevo golpe de estado. Procurando salvar la
institucionalidad, asumió el presidente del Senado, el radical José María
Guido, cuyo gobierno estuvo tutelado desde las filas castrenses. Las elecciones
presidenciales de 1963, con proscripción del peronismo, llevaron a la
presidencia a Arturo Illia, de la Unión Cívica Radical del Pueblo. La anulación
de los contratos petroleros, la Ley de Medicamentos y un aumento en la
inversión en salud y educación cosecharon hostilidad en el empresariado. El
peronismo, especialmente su base sindical, y la prensa llevaron adelante una
fuerte campaña contra el líder radical, dejando el terreno libre para que, una
vez más las Fuerzas Armadas, asestaran un nuevo golpe a la democracia. El 28 de
junio de 1966, Juan Carlos Onganía asumió de facto el mando del país. Contaba,
una vez más, con amplio apoyo político y social.
La “Revolución argentina” (1966-1973)
El general Juan Carlos Onganía aplicó, con apoyo del FMI, un
fuerte programa liberal orientado a satisfacer los intereses de los grandes
grupos económicos, al tiempo que, bajo los auspicios de la Doctrina de la
Seguridad Nacional impulsada por Estados Unidos, convirtió la persecución del
peronismo en la del comunismo y de las guerrillas. Implantó una rígida censura,
que alcanzó a toda la prensa y a todas las manifestaciones culturales, incluyendo
la intervención de las universidades y la expulsión de profesores opositores,
que derivó en lo que se conoce como la “fuga de cerebros”. Sin embargo, las
movilizaciones estudiantiles, las insurrecciones populares (como el Cordobazo)
y la organización guerrillera debilitaron al gobierno provocando un golpe
interno. En junio de 1970 asumiría Roberto Levingston, de corte nacionalista,
que no lograría contener las protestas populares y la actividad guerrillera.
Una segunda manifestación popular en Córdoba, conocida como el “Viborazo”, dio
por tierra con este nuevo gobierno. En marzo de 1971, asumió Alejandro Agustín
Lanusse, quien propugnó una política conciliatoria, a través del GAN (Gran
Acuerdo Nacional), permitiendo el regreso de Juan Domingo Perón y convocando a
elecciones nacionales sin proscripciones para el peronismo. En marzo de 1973,
el triunfo sería para los candidatos de esa fuerza, Héctor Cámpora y Vicente
Solano Lima.
Vuelta de Perón (1973-1976)
Entre 1973 y 1976 gobernó nuevamente el peronismo con cuatro
presidentes (Cámpora, 1973; Lastiri, 1973; Perón, 1973-1974; e Isabel Perón
1974-1976), quienes intentaron retomar algunas de las medidas sociales del
primer peronismo, como el impulso de la industria y la acción social, el
mejoramiento de los sueldos y el control de precios. Pero los conflictos
internos del movimiento peronista y la guerrilla, sumados a la crisis económica
mundial de 1973, complicaron la situación, que se agravó aún más con la muerte
de Perón en 1974 y la incapacidad de su sucesora, Isabel Perón, de conducir el
país. Esta crisis fue aprovechada para terminar con el gobierno democrático y
dar un nuevo golpe militar, que contó una vez más con un amplio respaldo civil.
Dictadura (1976-1983)
La dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1983
contó con el decisivo respaldo de los grandes grupos económicos nacionales y el
financiamiento permanente de los grandes bancos internacionales y los
organismos internacionales de crédito, como el Banco Mundial y el FMI. El saldo
de su gestión fue el de miles de muertos y desaparecidos, centenares de miles
de exiliados, la derrota del Ejército argentino en Malvinas, la multiplicación
de la deuda externa por cinco, la destrucción de gran parte del aparato
productivo nacional y la quiebra y el vaciamiento de la totalidad de las
empresas públicas a causa de la corrupción de sus directivos y de la
implementación de una política económica que beneficiaba a los grupos
económicos locales y extranjeros.
Raúl Alfonsín (1983-1989)
El 10 de diciembre de 1983, después de casi veinte años, el
radicalismo volvía al gobierno tras el triunfo de Raúl Alfonsín. Empujado por
la fuerza de los organismos de derechos humanos que nacían tras la feroz
represión militar, el líder radical abrió las puertas a las denuncias y a una
primera investigación sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la
dictadura, que se reflejó en el informe de la CONADEP y que permitió que fueran
juzgadas las cúpulas militares en el Juicio a las Juntas. Aunque insuficiente
para algunos organismos, la política de derechos humanos de Alfonsín fue
severamente atacada por amplios sectores militares, que produjeron el
movimiento carapintada, los retrocesos hacia las Leyes de Obediencia Debida y
Punto Final, y el último intento guerrillero que culminó en la masacre de La
Tablada. Pero lo que había cambiado sustancialmente eran las bases económicas.
Con el creciente poderío de los grupos financieros y un mecanismo de
endeudamiento externo incontrolable, Alfonsín cedió ante las recetas liberales
y no logró reencauzar una economía desindustrializada y anémica. Con escaso
apoyo social, frente a un peronismo conspirativo y con los grupos económicos en
contra, la hiperinflación obligó a Alfonsín a renunciar antes de tiempo.
Vendría el tiempo del “menemato”.
Carlos Menem (1989-1999)
La caída del Muro de Berlín y el fin de la era del mundo
bipolar se combinaron con el avance de Estados Unidos hacia la región
latinoamericana, cuya formulación más emblemática en materia económica fue el
Consenso de Washington, una serie de medidas que establecían la aplicación en
América Latina de un proyecto de corte neoliberal. Carlos Menem, el candidato
peronista que accedió a la presidencia en 1989, procedió paradójicamente a
implementar este programa, que se encontraba en las antípodas de su prédica
electoral y de los postulados históricos del peronismo. La privatización de
empresas estatales, como YPF, Aerolíneas Argentinas, Entel, Gas del Estado,
entre otras, fue acompañada por una apertura indiscriminada del mercado a los
productos y capitales extranjeros y por una política de “relaciones carnales”
con los Estados Unidos. El proyecto se completó con el Plan de Convertibilidad
monetaria impulsado por Domingo Cavallo y las renegociaciones de la deuda
externa, que provocaron una mayor dependencia y endeudamiento. El modelo
suscitó el apoyo de los sectores medios, que inicialmente se vieron
beneficiados por la política monetaria y de importación. Pero pronto comenzaron
a hacerse visibles los efectos devastadores en términos sociales y culturales,
con una explosión de la desocupación y de la pobreza, y con la visibilidad e
impunidad de la corrupción a gran escala. A ello se sumaba una política de
“reconciliación” plasmada con los indultos a las cúpulas militares que
implementaron el Terrorismo de Estado y también a las guerrilleras. El
descontento social no se hizo esperar y algunos estallidos populares
(Santiagueñazo y piqueteros en CutralCó y General Mosconi) fueron acompañados
por la convergencia política de amplios sectores en lo que terminaría
conformando el crítico y progresista espacio del FREPASO y la posterior
moderada Alianza en 1997, que con Fernando de la Rúa a la cabeza, pondría fin
al gobierno menemista en 1999, pero no al modelo neoliberal implementado.
Fuente: Síntesis
de la Historia Argentina - El Historiador
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