sábado, 5 de mayo de 2018

UN CÁLCULO ARITMÉTICO EN LA CONTEMPLACIÓN DEL DESIERTO

La infinidad y el silencio del desierto son por momentos apabullantes. Hasta donde mis ojos alcanzan, lo único que se ve es el cielo y la arena, encontrándose en el horizonte. En lugares como estos, ya sean desiertos, montañas, valles, llanuras y demás, es donde uno realmente se siente pequeño.
Y me sentía pequeño porque -y creo que a ustedes les debe pasar lo mismo- me daba cuenta de mi propio tamaño y de nuestra existencia que casi no dejaría ni siquiera huella, u ocuparía una ínfima parte en una tabla del paso del tiempo desde la protohistoria hasta nuestros días comparado con la evolución de nuestro planeta Tierra. Porque si bien, mis queridos amigos/lectores, la humanidad ha "avanzado" -permítanme por favor la licencia de las comillas- y sentimos que la evolución ha sido provechosa, no sospechamos el lugar que los números nos emplazan en el curso de la evolución y desarrollo del planeta.
Ustedes se preguntarán qué hacía yo en el medio del desierto, con la arena por los tobillos y caminando sin rumbo, alejándome de la tienda o carpa beduina que hacía de morada en esta aventura. Y es que a veces me toma de sorpresa mi mente y siento la necesidad de vagar por el lugar que visito en un estado meditabundo y de trabajo mental donde trato, con muy poco éxito debo admitir, de responderme ciertas cuestiones, diría yo, trascendentales. Así me encontraba mientras sentía el calor del desierto y subía y bajaba dunas, pensando en nuestra historia, y lo primero que se me vino a la mente, mientras ya sentía el cansancio en mis piernas, fue el capítulo de un libro que leí en el comienzo de mi adolescencia, el cual disfruté muchísimo y les recomiendo: Historias de la historia (1983) de Carlos Fisas (Barcelona 1919-2010). En su libro, lleno de divertidas anécdotas, tuve el agrado de encontrarme con unas líneas que me enfrentaron con lo que les he comentado anteriormente. Presten atención: Fisas -quien desarrolló una carrera de conferencista por universidades y centros culturales de toda Europa, y se especializó en el estudio de las manifestaciones amorosas, religiosas e ideológicas del occidente europeo- en su libro nos narra de una manera muy sintética la evolución del planeta y la raza humana y submite todo esto a un periodo de un año. "Esto quiere decir que si tomamos el 1° de enero como fecha del origen de la Tierra, la era primaria comenzaría recién en septiembre. Los primeros peces, en el silúrico, a finales de octubre. Los mamíferos, en el jurásico, a finales de noviembre, y el primer Hominido, homo sapiens (¿les suena?), el mismo 31 de diciembre, a las 11.30 de la noche. Nosotros, en cambio, haríamos nuestra apararición en este mundo a las 11 y 58 de la noche." Según estos datos relativos (que nos sirven sólo de manera anecdótica, ya que los expertos sabrán decir qué tan cercanos son a la realidad) nuestra historia en el mundo que conocemos se reduciría a media hora si tomamos al Homo Sapiens como puntapié inicial o de tan sólo dos minutos del ser "evolucionado" y moderno.
Imagínense lo que pasaba por mi cabeza ante semejante cálculo aritmético producido por mi contemplación de semejante lugar. Si al comenzar mi caminata me sentía pequeño, ahora mi mente me hacía parecer complejo e insignificante al mismo tiempo y les juro que empecé a reírme. de alegría. Entiéndase, por tener la oportunidad de entender que no importa lo largo del camino, sino la intensidad con la cual podamos disfrutar todos y cada uno de los, según Fisas, segundos de nuestras vidas.

Fuente: Iván de Pineda. LA NACION

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